La madre del mal (2007)

“La madre del mal” es un ejercicio de atmósfera inquietante y una extensión deliberada de las premisas que comenzaron con "Suspiria" y se profundizan en "Inferno". Luca Guadagnino regresa al género del terror gótico, no con la frenética energía de los dos primeros títulos, sino con una lentitud obsesiva que, si bien funciona en algunos momentos, también puede resultar cansina. La película no se apresura a ofrecer respuestas; se centra en la construcción de una sensación de malestar que, en última instancia, se siente más conceptual que visceral.

La dirección de Guadagnino es, como siempre, visualmente impactante. Las paletas de color, especialmente el rojo intenso, se utilizan con maestría para intensificar el terror psicológico. Los escenarios, desde la opulenta Roma hasta los claustrofóbicos laberintos del antiguo monasterio, son elementos esenciales para la narrativa. Sin embargo, a veces, la estética se vuelve sobrecargada, un intento excesivo de generar una atmósfera que, en lugar de resultar amenazante, puede parecer artificiosa. La música, también, contribuye de manera significativa, aunque recurre con demasiada frecuencia a melodías predecibles del universo de Goblin, lo que disminuye el impacto de los momentos más tensos.

Asia Argento, como Mater Lachrymarum, ofrece una actuación cautivadora. Su interpretación, más allá del evidente legado de su madre, Mary Shelley, es la columna vertebral de la película. Su Mater es una figura de innegable belleza y poder corruptor. No se trata de un terror tradicional; el horror reside en la lenta degradación moral y la manipulación. La química entre Argento y Stella Saraftis (como la joven hechicera) es fundamental para el desarrollo de la trama y la creciente paranoia que permea la película. El resto del elenco, aunque competente, no alcanza el mismo nivel de intensidad. Se siente que las actuaciones, en general, están enfocadas en la creación de la atmósfera, en lugar de en la profundidad emocional de los personajes.

El guion, sin embargo, es donde “La madre del mal” experimenta sus mayores fallos. La trama, aunque interesante en su planteamiento, se siente a menudo densa y confusa. La película se abre a interpretaciones múltiples, pero la falta de claridad en la conexión entre los eventos y la motivación de los personajes puede resultar frustrante. El ritmo deliberadamente lento, combinado con la información fragmentada, exige una atención y una paciencia que no todos los espectadores podrán ofrecer. Además, la trilogía en su conjunto, aunque cohesionada por temas recurrentes como la maternidad, el poder femenino y el legado del pasado, carece de la fuerza narrativa y la profundidad psicológica que podrían haberla elevado a un nivel superior. El universo expandido, aunque intrigante, se siente a veces como un experimento intelectual más que como una historia con un propósito claro.

Nota: 6/10