La mala educación (2004)

“La mala educación” es, sin duda, una de las películas más provocadoras y conmovedoras de Pedro Almodóvar. Más que una simple película, es un experimento cinematográfico, una declaración de principios y, sobre todo, una profunda exploración del trauma, la culpa y la lucha por la identidad en el contexto opresivo de la España de los años sesenta. Almodóvar no rehúye de la oscuridad, y en esta obra se sumerge con una fuerza y una honestidad brutal en la representación del abuso sexual dentro de las instituciones religiosas.

La película, centrada en las experiencias de dos niños, Emilio y Antonio, nos sitúa en un internado católico donde la violencia, tanto física como psicológica, es la norma. El director no se limita a mostrar los actos de abuso; los disecciona, los analiza a través de la mirada de los niños y de los adultos que, por complicidad o miedo, los encubren. La película no presenta un relato lineal de persecución, sino un entramado complejo de recuerdos fragmentados, de silbidos y secretos que se transmiten de generación en generación. Esta técnica narrativa, aunque a veces confusa y que requiere una atención especial por parte del espectador, contribuye a la sensación de desorientación y terror que impregna la película.

La dirección de Almodóvar es magistral, como siempre, pero aquí alcanza un nivel de intensidad sin precedentes. Su uso del color, la composición de los planos, la banda sonora, todo está calibrado para intensificar el impacto emocional. Las escenas de calambres y violencia son impactantes, sí, pero también están impregnadas de una melancolía profunda, una sensación de pérdida irreparable. El tratamiento visual es particularmente efectivo para representar la corrupción moral que impera en la iglesia y en la sociedad. La fotografía de José Luis Alcobendas es fundamental para crear la atmósfera opresiva de la película, jugando con la luz y la sombra para subrayar la dualidad entre la fe y el pecado.

Las actuaciones son excepcionales. Jordi Mollas y Diego Luna, como Emilio y Antonio, son perfectos en sus roles. Logran transmitir la vulnerabilidad y el miedo de los niños, pero también su creciente rebeldía y su deseo de comprender lo que les ha sucedido. La interpretación de Carmen Maura como la religiosa, con una mezcla de fervor religioso y una inquietante complicidad, es particularmente inquietante. No son simplemente personajes, sino fragmentos de una sociedad que se niega a mirar la verdad.

“La mala educación” no es fácil de ver. Es una película que confronta al espectador con su propia hipocresía, con sus miedos y con su deseo de ignorar el dolor. Pero es una película necesaria, una película que exige reflexión y que deja una huella imborrable. Almodóvar no ofrece respuestas fáciles, sino que nos invita a cuestionar las estructuras de poder, la moralidad y la propia naturaleza humana. Es una película que, a pesar de su crudeza, posee una belleza estética y una profundidad emocional que la convierten en una obra maestra del cine español contemporáneo.

Nota: 8.5/10