La Maldición de Damien (1978)

“La Maldición de Damien” (1976), dirigida por William Friedkin, no es una película para asustar, sino para inquietar. Es un estudio psicológico, un thriller sobrenatural con un componente de suspense narrativo que se aferra a la mente del espectador mucho después de que los créditos finales hayan corrido. Friedkin, maestro en la construcción de la tensión, no se limita a mostrar imágenes grotescas o sangre; se sumerge en la atmósfera, en la sensación palpable de fatalidad que rodea a Damien, un joven con una mirada fría y un propósito macabro.

La película, basada en la novela homónima de Richard Matheson, no se centra en el terror explícito, sino en la gradual revelación de la monstruosidad que se esconde tras la aparente inocencia de Damien. La dirección de Friedkin es magistral, utilizando una paleta de colores apagados y una iluminación sombría para crear una sensación constante de opresión. Los planos largos, las miradas intensas y la música inquietante de Jerry Goldsmith logran un efecto de incomodidad que se va intensificando a medida que la trama avanza. Friedkin explora la oscuridad que reside en el interior del ser humano, la facilidad con la que la ambición y el poder pueden corromper la moral y la fragilidad de la psique humana. La película no pinta un monstruo literal, sino una criatura de la mente, alimentada por el rencor y la venganza.

El guion, aunque adaptado de una novela, se siente sorprendentemente libre y efectivo. Las conversaciones entre Damien y sus familiares son, a menudo, imposibles de descifrar, llenas de sutilezas y silencios que sugieren mucho más de lo que se dice. La dinámica familiar, deteriorada por la muerte de los padres, es crucial para entender el personaje de Damien. William Holden, como el tío Lee, aporta una profundidad y vulnerabilidad inesperadas a un personaje que podría haber sido meramente un antagonista caricaturesco. Pero es Warren Oates, como el detective Mark, quien realmente brilla. Su interpretación es impecable, transmite la desesperación de un hombre que se enfrenta a una realidad que no puede comprender y que se ve consumido por la fatalidad. La actuación de Oates es un ejemplo de actuaciones naturales y honestas que añaden capas de significado a la película.

Sin embargo, "La Maldición de Damien" no es perfecta. Algunos pueden encontrar que el ritmo es lento, que la trama se desarrolla con deliberada lentitud. La falta de explicaciones claras sobre el origen de la maldición puede resultar frustrante para algunos espectadores. No obstante, estos detalles menores palidecen en comparación con la atmósfera perturbadora y el inquietante estudio psicológico que ofrece la película. Es una obra que se disfruta más en re-visiones, donde cada detalle y cada mirada adquieren un nuevo significado. Es un clásico del cine de terror, no por su violencia, sino por su capacidad para generar un miedo que reside en lo desconocido y en la oscuridad del alma humana.

Nota: 8/10