La mansión de los siete placeres (1968)

“La Mansión de los Siete Placeres” es un thriller elegante y sofisticado, aunque con algunas fisuras que impiden que alcance el brillo que promete. Dirigida por Yorgos Lanthimos, la película se sumerge en una atmósfera gélida y retorcida, donde las relaciones humanas se presentan como juegos de manipulación y seducción. El resultado es una experiencia cinematográfica inquietante y, a menudo, desconcertante, que invita a la reflexión sobre la naturaleza del amor, el poder y la posesión.

Lanthimos, conocido por su estilo visual peculiar y sus narrativas desafiantes, despliega aquí una dirección impecable. El uso de la perspectiva antinatural, la iluminación artificial y los espacios opulenta y claustrofóbicos contribuyen a crear un mundo irreal y perturbador, donde la belleza y la decadencia se entrelazan. Cada plano está cuidadosamente diseñado para manipular la percepción del espectador, sumergiéndolo en la confusión y el asombro. Si bien algunos podrían encontrarlo excesivo, yo lo encuentro una herramienta poderosa para expresar la alienación y la falta de autenticidad en las relaciones que exploran.

Las actuaciones son sobresalientes. Willem Dafoe, como el conde Contini, ofrece una interpretación magistral de un hombre frío, calculador y fascinantemente disfuncional. Su presencia domina la pantalla, irradia un aura de peligro y misterio que es hipnótico. Carey Mulligan, en el papel de la joven y ambiciosa Sue, es igualmente convincente, transmitiendo una mezcla de vulnerabilidad, astucia y desesperación. Emma Stone, a menudo relegada a un papel secundario, logra imprimir personalidad al personaje de Duncan, un personaje aparentemente inofensivo pero con motivaciones ocultas. La química entre los tres actores es palpable y crucial para el éxito de la película.

El guion, co-escrito por Lanthimos y Luke Fowler, se centra en la dinámica de poder entre los personajes. La trama, aunque aparentemente simple – un golpe, un traslado de dinero, una investigación – está construida sobre una serie de mentiras, engaños y manipulaciones. Sin embargo, la película no se centra tanto en la acción o el suspense, sino en la sutil exploración de las motivaciones de cada personaje. El guion es ambiguo y no ofrece respuestas fáciles, dejando al espectador con la sensación de que todo es una ilusión, un juego donde nadie sabe realmente quién está a cargo. Esta ambigüedad es tanto una fortaleza como una debilidad: si bien mantiene el interés, también puede resultar frustrante para algunos espectadores.

En definitiva, “La Mansión de los Siete Placeres” es una película que exige un compromiso por parte del espectador. No es un entretenimiento ligero, sino una experiencia cinematográfica deliberadamente desconcertante y provocadora. La dirección de Lanthimos, las actuaciones y la atmósfera opresiva se combinan para crear un thriller psicológico original y memorable, aunque a veces excesivo. Es un ejercicio de estilo que, si bien no me ha conquistado por completo, ha dejado una marca duradera.

Nota: 7/10