La masa devoradora (1958)

“La Masa Devoradora” (1958) es una de esas películas que, a pesar de su simplicidad aparente, deja una huella imborrable en la memoria del espectador. No es una obra maestra trascendental, por supuesto, pero sí un estudio de terror psicológico, un ejemplo temprano y efectivo del cine de invasión alienígena, y una película que, a décadas de distancia, sigue siendo sorprendentemente inquietante.

La dirección de David Lynch (en sus inicios, claro) no se destaca por grandilocuencias visuales, sino por un ritmo pausado, casi glacial. Lynch, con su visión minimalista, se centra en la atmósfera y en la sensación constante de amenaza latente. No hay persecuciones desenfrenadas, ni explosiones espectaculares. El terror reside en la lentitud del avance de la masa, en la mirada vacía de los habitantes del pueblo, y en la creciente desesperación de los protagonistas. Lynch utiliza la cámara de manera muy efectiva, a menudo enfocándose en primeros planos que transmiten la angustia y el miedo. La banda sonora, compuesta por Charles Bernstein, es funcional pero no particularmente memorable, sirviendo más para reforzar el ambiente de suspense que para generar momentos dramáticos.

Steve McQueen, en un papel que le permite mostrar una faceta más contenida de su carrera, ofrece una actuación sólida y convincente. McQueen, junto a su novia, Anne Baxter, transmite la incredulidad, el pánico y la creciente frustración ante una situación que parece imposible de comprender. La química entre los dos actores es palpable, y sus interacciones, marcadas por la desconfianza y la necesidad de sobrevivir, son uno de los puntos fuertes de la película. Anne Baxter, aunque con un personaje relativamente plano, aporta un toque de humanidad al conjunto. La actuación de los personajes secundarios, principalmente el sheriff, es competente, aunque algunos pueden resultar un tanto caricaturescos. Es curioso observar cómo, en un contexto tan apocalíptico, los personajes no se vuelven completamente locos, sino que mantienen, en su mayor parte, una actitud de incredulidad y sentido del humor (aunque forzado).

El guion, firmado por Jay Sandrich y Robert Rossen, presenta un planteamiento original y, en su momento, refrescante. La idea de una criatura amorfa, que consume todo a su paso, sugiere una reflexión sobre la vulnerabilidad de la humanidad ante lo desconocido. Sin embargo, el guion no profundiza en las motivaciones de la masa, ni explora las implicaciones sociales y psicológicas de la invasión. Se limita a presentar una situación de crisis y a mostrar la reacción de la comunidad. Aunque la premisa es simple, el guion es funcional y logra mantener el interés del espectador hasta el final. La película logra crear una sensación de claustrofobia y de aislamiento, reiterando la impotencia de los personajes frente a la amenaza inminente.

En definitiva, “La Masa Devoradora” es una película de terror efectiva, repleta de atmósfera y de suspense. No es una obra maestra, pero sí un ejemplo temprano y bien ejecutado del cine de invasión alienígena, que sigue siendo inquietante y sugerente. Una joya olvidada que merece ser redescubierta.

Nota: 7/10