La mirada invisible (2010)

“La Mirada Invisible”, la nueva película de Pablo Mudino, no es un melodrama convencional, sino una meditación inquietante sobre la mirada, la memoria y la pérdida en el corazón de la Buenos Aires de los años 60. La película se construye con una lentitud deliberada, casi ritualista, que obliga al espectador a sumergirse en la atmósfera opresiva de la Escuela Nacional y a compartir la obsesión de María Teresa, interpretada con una sutileza absoluta por Verónica Echeverría. No se trata de un thriller con giros argumentales, sino de un ejercicio de observación metódica, de intentar captar aquello que está “invisible” pero que, para María Teresa, es el centro de su universo.

La dirección de Mudino es magistral. Evita los clichés del género, utilizando tomas largas y estáticas que no buscan narrar, sino capturar la esencia de un espacio y de un personaje. El blanco y negro, con sus sombras pronunciadas, no solo otorga un aspecto visual digno de una película noir, sino que también enfatiza la sensación de encierro y la ambigüedad moral de la historia. La película se mueve con la misma lentitud que la propia María Teresa, que pasa sus días espiando a los estudiantes, buscando el humo del cigarrillo que se ha convertido en un símbolo de rebeldía y, quizás, de su propia desolación.

Verónica Echeverría ofrece una interpretación que merece todos los elogios. Su María Teresa no es una heroína. Es una mujer marginada, atormentada por un pasado que no se revela del todo, y atrapada en una rutina de vigilancia que parece más una necesidad que una búsqueda consciente. Su mirada, a menudo perdida y sombría, es el punto focal de la película. La actriz logra transmitir la soledad y la desesperación de un personaje que, en cierto modo, se ha escondido a sí misma dentro de la propia escuela. Las actuaciones de los jóvenes actores, que interpretan a los estudiantes, también son destacables. Logran convencer al espectador de la autenticidad de su grupo de amigos, un microcosmos de la sociedad argentina de la época.

El guion, a cargo de Mudino y Nicolás Biglia, es el alma de la película. La trama es simple, pero efectiva. La obsesión de María Teresa con el cigarrillo se convierte en una metáfora de su anhelo por algo perdido, por una conexión, por una forma de escapar de su propia realidad. Los diálogos son escasos, pero significativos. La película no explica, sino que sugiere. Deja que el espectador interprete, que deduzca las motivaciones y el trasfondo de los personajes. El ritmo pausado, aunque puede resultar lento para algunos, permite al espectador sumergirse en la atmósfera de la película y reflexionar sobre los temas que plantea: la memoria, el olvido, la identidad y la búsqueda de sentido en un mundo marcado por la pérdida.

En definitiva, “La Mirada Invisible” es una película perturbadora, poética y profundamente humana. No es un entretenimiento fácil, sino una experiencia cinematográfica que requiere atención y reflexión. Es una película que te quedará en la memoria, como la sombra de un humo que se deshace en el aire.

Nota: 8/10