La muchacha del dorado Oeste (1915)

“La Muchacha del Dorado Oeste” no es, sin duda, una reinvención radical del género western, ni mucho menos. Es, en cambio, una reflexión elegante y, a veces inquietante, sobre la violencia, la moralidad y la desilusión en un territorio marcado por la ley del más fuerte. La película, dirigida por Andrew Dominik, se distancia considerablemente de los clichés del género, ofreciendo una experiencia visual y sonora profundamente impactante, aunque no siempre gratificante.

El enfoque de Dominik no reside en una batalla épica entre el bien y el mal. Más bien, nos presenta una serie de encuentros fortuitos, fragmentos de vidas marcados por la tragedia y la pérdida. La historia, centrada en la joven y taciturna Clementine (Florence Pugh) y el sheriff Jack Rance (Harry Styles), se desarrolla con una lentitud deliberada que, a primera vista, puede frustrar al espectador acostumbrado a la acción desenfrenada. Sin embargo, esta pausa narrativa es crucial para construir la atmósfera opresiva y claustrofóbica del campamento, donde la esperanza se desvanece con cada amanecer. La tensión no reside en explosiones o persecuciones, sino en la mirada, en el silencio, en el peso del pasado.

La dirección de Dominik es, sin duda, el punto fuerte de la película. La paleta de colores, dominada por el ocre y el sepia, evoca la aridez del paisaje y el decurso de los tiempos. La fotografía de Hélène Louvart es exquisita, utilizando la luz y la sombra para crear un ambiente de melancolía y misterio. Los planos largos y el uso de la cámara subjetiva, a menudo desde la perspectiva de Clementine, nos sumergen en su mundo interior, transmitiendo sus emociones y su desasosiego. No obstante, a veces, esta insistencia en la subjetividad puede resultar un poco abrumadora.

Las actuaciones son magistrales. Florence Pugh, en su papel de Clementine, ofrece una interpretación visceral y contenida, capturando a la perfección la soledad y la desconfianza de una mujer marcada por la violencia. Su mirada, a menudo inexpresiva, es un lenguaje en sí mismo. Harry Styles, como Jack Rance, sorprende por su capacidad de transformación. Lejos de la imagen pública del pop, demuestra una vulnerabilidad y una complejidad emocional que le permiten encarnar al sheriff de manera creíble. El resto del reparto, incluyendo a Paul Walter Hauser como el pistolero Bob, contribuyen a la riqueza y la autenticidad del conjunto.

El guion, co-escrito por Andrew Dominik y Graham Swift, es un entramado complejo que plantea preguntas inquietantes sobre la naturaleza de la justicia, la responsabilidad y el destino. No ofrece respuestas fáciles y, en lugar de hacerlo, lo deja al espectador con una sensación de inquietud persistente. La película se adentra en los dilemas morales de sus personajes, cuestionando los límites entre el bien y el mal, y la relatividad de la moralidad en un contexto de violencia extrema. Aunque la historia es relativamente simple, la ambigüedad moral y la riqueza de los personajes son lo que realmente le da profundidad.

En definitiva, “La Muchacha del Dorado Oeste” es una película desafiante, que exige al espectador paciencia y una mente abierta. No es un western convencional, pero sí una experiencia cinematográfica inolvidable, que permanecerá en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan rodado.

Nota: 8/10