La muerte os sienta tan bien (1992)

“La Muerte os sienta tan bien” (Originalmente "Death Becomes Her") es una sátira mordaz y visualmente exuberante que, a pesar de sus años, sigue ofreciendo un espectáculo cinematográfico fascinante y, en cierto modo, inquietante. La película, dirigida por Harold Lloyd, se erige como un comentario brillante sobre la obsesión por la juventud, el paso del tiempo y la vanidad inherente a la sociedad. No es simplemente una comedia, sino una crítica social disfrazada de cuento de terror gótico con un toque de humor negro.

El guion, a menudo descuidado en películas de comedia de los 80, es sorprendentemente inteligente. Lloyd se permite experimentar con el ritmo, alternando momentos de humor físico desopilante con escenas de suspense y una atmósfera que, a pesar de la paleta de colores vibrantes, se vuelve claustrofóbica en algunos momentos. La trama, aunque aparentemente sencilla, explora temas complejos como la envidia, el amor no correspondido y la búsqueda desesperada de la inmortalidad. La construcción de los personajes, especialmente Madeline Ashton (Meryl Streep) y Helen Sharp (Goldie Hawn), es magistral. Streep, en particular, ofrece una actuación de proporciones épicas, equilibrando la frialdad glacial de una estrella en declive con la vulnerabilidad y la desesperación de una mujer que lucha por aferrarse a su belleza. Hawn también brilla, aportando una energía contagiosa y un comic timing impecable.

La dirección de Lloyd se destaca por su uso innovador de efectos especiales para la época. La transformación física de las actrices, gracias a los maquilladores, es absolutamente impresionante y se ve como una culminación de un arte que la película honra a lo largo de sus casi 110 minutos. El diseño de producción, con interiores opulentos y exteriores espectaculares, contribuye a crear un mundo visualmente rico y perturbador. Sin embargo, la película no rehúye de la oscuridad. La escena final, en particular, es particularmente impactante y ofrece una reflexión brutal sobre las consecuencias de una búsqueda incesante de la juventud. El simbolismo de la muerte, omnipresente en la narrativa, no es presentado como algo macabro, sino como una fuerza natural y, hasta cierto punto, aceptable.

Si bien el ritmo puede sentirse un poco irregular en algunos momentos y el humor, en ocasiones, es un poco excesivo, la película, en su conjunto, es una joya atemporal. La química entre Streep y Hawn es la piedra angular del éxito de la película, y sus actuaciones, combinadas con la dirección creativa y la banda sonora memorable, la convierten en una experiencia cinematográfica inolvidable. La película nos recuerda que la verdadera belleza reside en la aceptación del paso del tiempo y en valorar la vida tal como es, no en tratar de aferrarse a una ilusión imposible.

Nota: 8.5/10