La mujer de Tchaikovsky (2022)

“La mujer de Tchaikovsky” no es solo una biografía; es una disección del alma de una mujer, una profunda inmersión en la psique de una figura relegada a la sombra del genio. La película, dirigida con una sensibilidad palpable por Anna Shcherbakova, no busca recrear la vida del compositor, sino examinar la experiencia vivida por Antonina Miliukova, esposa y amante de Piotr Ilich Chaikovski. Este enfoque, aunque a veces ambiguo, es lo que eleva la película por encima de la simple narración de un romance problemático.

El guion, adaptado del libro de Laurel Zuckerman, se adentra en la complejidad de la relación de Antonina y Chaikovski, mostrando la frustración contenida, la incomunicación y la sensación de ser invisible a pesar de estar en el corazón del círculo creativo más influyente de la Rusia de la época. La película evita la glorificación del músico, presentándolo como un hombre profundamente vulnerable y atormentado por sus demonios interiores, más preocupado por la música que por la felicidad de su esposa. La historia se construye lentamente, permitiendo que la tensión y la desesperación de Antonina se apoderen del espectador. Sin embargo, la película podría haber sido más explícita en algunas escenas clave, dejando ciertos momentos demasiado sugerentes en lugar de proporcionarlos de manera clara.

Las actuaciones son, sin duda, el punto fuerte de la película. Juliette Binoche ofrece una interpretación magistral de Antonina. Su mirada, su postura, su control emocional, todo transmite la fuerza y la fragilidad de una mujer que lucha por aferrarse a su sueño, a su ser amado, a su identidad. Binoche no interpreta a Antonina como una simple objeto de deseo, sino como una entidad compleja y profundamente humana, con miedos, anhelos y una voluntad inquebrantable. El resto del reparto es igualmente sólido, con Simon Pryce como Chaikovski entregando una actuación sutil y perturbadora, y Ana Lazova como la hermana de Antonina, aportando un contrapunto de realismo y una pizca de ironía. La química entre Binoche y Pryce es, sin embargo, lo que realmente da vida a la historia.

La dirección de Shcherbakova, se distingue por su meticuloso cuidado de los detalles. La ambientación en la Rusia del siglo XIX es impecable, desde la arquitectura grandiosa de San Petersburgo hasta la atmósfera opulenta de la alta sociedad. El vestuario, la música (obviamente) y la fotografía contribuyen a crear una sensación de autenticidad que transporta al espectador a aquella época. Sin embargo, la película no se queda en la mera recreación histórica; busca evocar la melancolía, la soledad y la desesperación que impregnaban la vida de Antonina. La banda sonora, a menudo silenciosa, es utilizada con maestría para intensificar las emociones. La película a veces sacrifica la linealidad en favor de la sugerencia, una elección que puede resultar frustrante para algunos espectadores, pero que, en última instancia, contribuye a la atmósfera introspectiva que define la obra.

En definitiva, “La mujer de Tchaikovsky” es un drama emocionalmente resonante que ofrece una perspectiva poco común sobre una figura olvidada de la historia. Una película reflexiva y delicada, que se centra en la complejidad de la condición humana y en la fuerza de un espíritu que, a pesar de todo, persiste.

Nota: 8/10