“La mujer del anarquista” no es una película que pretende revolucionar el cine, pero sí es una historia conmovedora y bien contada sobre el amor en tiempos de conflicto. Dirigida con sensibilidad por Eva Lérida y Montse de Miguel, la película se aferra a lo íntimo, alejándose, en gran medida, del barniz propagandístico que a veces rodea las películas ambientadas en la Guerra Civil Española. La película se centra en la desesperación y el anhelo de Manuela (María Valverde), una mujer que vive en un mundo al margen de la violencia y la revolución, mientras espera el regreso de su marido, Justo (Juan Diego Botto), un anarquista convicto que ha partido para la lucha. La película no glorifica la ideología anarquista, sino que lo presenta como un ideal que, para Justo, se traduce en un sacrificio personal y una separación dolorosa de su esposa y su hogar.
Las actuaciones son, en general, excelentes. María Valverde ofrece una interpretación convincente como Manuela, transmitiendo con maestría el dolor, la frustración y la tenaz esperanza que la impulsan. Su personaje es vulnerable pero fuerte, una mujer que lucha contra el tiempo y las circunstancias con una determinación silenciosa. Juan Diego Botto, por su parte, entrega un retrato complejo y sutil de Justo. No es un héroe idealizado, sino un hombre atormentado por su convicción y su responsabilidad frente a sus compañeros. La química entre Valverde y Botto es palpable, lo que intensifica el drama y la emoción de la historia. La película se centra en el impacto de la guerra no en la batalla, sino en la vida de las personas que quedan atrás, en la espera, en el duelo y en el anhelo.
El guion, aunque no especialmente original en su trama central, está bien construido. La dirección artística y la fotografía de Fernando León destaca por su capacidad para evocar la atmósfera de un pueblo rural en la España de finales del siglo XIX. Las escenas en el paisaje, con la luz mortecina de la tarde y el silencio inquietante, contribuyen a la sensación de aislamiento y desesperanza que impregna la película. Sin embargo, la película podría haber profundizado más en las motivaciones de los anarquistas, ofreciendo una visión más matizada de su ideología. Se entiende que el foco esté en la relación personal, pero el contexto social y político a veces queda relegado a un segundo plano, lo que resulta en una comprensión parcial de la complejidad de la época. A pesar de este pequeño fallo, la película logra transmitir el poder del amor como un refugio y una fuerza vital en medio de la tormenta.
En definitiva, “La mujer del anarquista” es un drama romántico íntimo que, aunque no llega a ser un hito cinematográfico, ofrece una reflexión conmovedora sobre el amor, la pérdida y la esperanza, en un contexto histórico marcado por la guerra y la revolución. Es una película que invita a la reflexión y que, sobre todo, te queda en la memoria por la fuerza emocional de sus personajes.
Nota: 7/10