La niñera y el presidente (1997)

“La Niñera y el Presidente” es una comedia que, en retrospectiva, se siente un poco olvidada pero que aún conserva un encanto peculiar y una chispa de humor que, en su momento, fue bastante efectiva. Dirigida por Rob Cohen, la película, a pesar de su premisa absurda, logra mantener el interés gracias a un ritmo ágil y a una ejecución visual que se beneficia de los efectos especiales de su época (1993). La película se basa en una premisa descabellada: Joy Miller, una estilista de Nueva York con un talento innato para el peinado, es accidentalmente confundida con una profesora de biología y se le ofrece un trabajo como tutora de los hijos de Boris Pochenko, el presidente dictador de una nación ficticia de Europa del Este.

Fran Drescher, en el papel de Joy, ofrece una interpretación que, aunque no es su actuación más memorable, cumple su función a la perfección. Su personaje es inmediatamente entrañable y su personalidad, con sus modismos y su humor particular, es el motor principal de la comedia. Timothy Dalton, interpretando a Boris Pochenko, aporta un toque de sofisticada maldad y un aire de peligro latente. Su personaje es frío, distante y profundamente desconfiado, lo que genera una dinámica interesante con Joy. La química entre Drescher y Dalton es, en general, bastante efectiva y contribuye a que la trama, aunque extraña, sea creíble.

El guion, adaptado de una comedia de Harvey Schmidt y Sheldon Meier, presenta algunos momentos de brillante ingenio, especialmente en las interacciones de Joy con Boris y sus hijos. Sin embargo, también se echa en falta una mayor profundidad en el desarrollo de los personajes secundarios, y algunas situaciones humorísticas se ven un poco forzadas. La trama principal se desarrolla de manera un tanto lineal y predecible, aunque eso no impide disfrutar del viaje a Europa y de los enfrentamientos con el régimen dictatorial. La película se toma riesgos narrativos en la representación del totalitarismo, mostrando con humor y cierta crítica los absurdos de la burocracia y la corrupción.

La dirección de Rob Cohen es competente, enfocándose principalmente en el entretenimiento visual y en mantener el ritmo del desarrollo de la historia. Las escenas en Europa son bastante atractivas, gracias a la fotografía y a los efectos especiales de la época. Aunque el tono general de la película es ligero y divertido, la banda sonora, aunque no destacable, ayuda a crear la atmósfera y a realzar las emociones de la trama. Sin embargo, la película carece de una visión más profunda sobre las consecuencias de la vida bajo un régimen autoritario. En cambio, se centra en la comedia y en el choque cultural entre Joy y Boris.

En definitiva, “La Niñera y el Presidente” es una comedia ligera, entretenida y con algunos momentos memorables. No es una obra maestra, pero cumple su cometido de ofrecer un buen rato al espectador. Es una película que, si la ves con expectativas modestas, te resultará gratificante y divertida.

Nota: 6/10