La noche de los cristales rotos (1991)

“La Noche de los Cristales Rotos” (1958), dirigida por Billy Wilder, es una película que, a pesar de su evidente influencia y estética de la época, se mantiene como un thriller psicológico cautivador y, en muchos aspectos, sorprendentemente relevante. Wilder logra, a través de una atmósfera opresiva y una narrativa fragmentada, sumergir al espectador en la paranoia y la desconfianza que consume al protagonista, Dan Merrick.

La película se centra en Dan, interpretado con una vulnerabilidad palpable por Glenn Ford. Ford nos entrega una actuación magistral, transmitiendo no solo la amnesia, sino también la creciente inestabilidad mental del personaje. Su interpretación es la clave para que el espectador se conecte con la incertidumbre de su situación y con la desesperación por recuperar su pasado. Wilder sabe jugar con la percepción del público, utilizando la ambigüedad para mantener la tensión alta durante casi toda la película. No siempre sabemos en quién podemos confiar, y esa duda es un elemento fundamental para la experiencia cinematográfica.

La dirección de Wilder es impecable. Se sirve de la fotografía en blanco y negro de Arthur Krim para crear una atmósfera gélida y claustrofóbica, que refleja el estado mental de Dan. El uso de la iluminación y la composición de las escenas contribuyen a un efecto visual que es a la vez elegante y perturbador. La banda sonora, aunque sutil, intensifica la sensación de inquietud. Wilder manipula el ritmo de la película, alternando momentos de calma tensa con explosiones de violencia y sospecha, manteniendo al espectador en vilo.

El guion, adaptado de la obra teatral de Frederick Nolan, es inteligente y complejo. Si bien la trama principal se centra en la recuperación de la memoria de Dan, también explora temas más amplios, como la identidad, la responsabilidad, la naturaleza de la verdad y el trauma. La película no ofrece respuestas fáciles; en cambio, plantea preguntas difíciles y deja al espectador reflexionando sobre el significado de los eventos. La gradual revelación de los secretos que rodean a Dan es magistralmente construida, generando una satisfacción al comprender, aunque no necesariamente estar de acuerdo con, la resolución final. La película desafía la lógica convencional del thriller, evitando tropazos y guiños fáciles, y se centra en el desarrollo psicológico del protagonista.

A pesar de su edad, “La Noche de los Cristales Rotos” sigue siendo un clásico del thriller psicológico, un estudio profundo sobre la paranoia y la pérdida de la identidad. Es una película que, más de seis décadas después, sigue siendo provocadora y relevante, gracias a su dirección impecable, las actuaciones sólidas y un guion inteligente y bien construido.

Nota: 8/10