La noche devora el mundo (2018)

“La noche devora el mundo” (La Nuit de Saint-Germain) de Bertrand Simon es una pieza cinematográfica profundamente inquietante, que se instala en la mente del espectador como un susurro amenazante en lugar de una explosión visual. La película no se centra en la acción frenética habitual de las películas de zombis; su poder reside en la atmósfera opresiva y en la lenta, torturada desintegración de la realidad. Simon logra un mérito considerable al subvertir las expectativas del género, ofreciendo una experiencia más cercana a un thriller psicológico con elementos de terror. El resultado es una película notablemente perturbadora y que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan comenzado a rodar.

La dirección de Simon es impecable. No se sobrecuece con el espectáculo de la invasión zombie, sino que utiliza la cámara de manera magistral para reforzar la sensación de aislamiento y paranoia. Los planos largos, la iluminación tenue, la gran cantidad de espacios vacíos y la puesta en escena meticulosa contribuyen a crear una atmósfera de fatalidad inminente. La película se siente visceral, como si el espectador estuviera atrapado en un laberinto de recuerdos y desesperación. El uso de la cámara subjetiva, por ejemplo, nos permite experimentar la confusión y la desorientación de Sam, el protagonista, lo que genera una empatía palpable. La planificación de los planos, especialmente en las escenas que representan los recuerdos de la fiesta, es exquisita y sirve para sembrar la semilla del horror.

La actuación de Pio Marleau como Sam es fundamental para el éxito de la película. Marleau transmite la creciente desesperación y el creciente terror del personaje con una sutileza asombrosa. No se trata de un héroe musculoso o de un superviviente resolutivo; Sam es un hombre ordinario, vulnerable y profundamente afectado por la situación. Su actuación es sutilmente convincente, evocando la fragilidad humana frente a una amenaza implacable. El resto del reparto es secundario, pero contribuye a la atmósfera general de disonancia y abandono. La interpretación de los secundarios, incluso aquellos que aparecen brevemente, se siente muy presente, a pesar del bajo número de personajes.

El guion, coescrito por Simon, es quizás el componente más impactante. La película se centra en el significado de los recuerdos y en cómo la pérdida puede distorsionar la percepción de la realidad. El elemento que realmente le da un giro a la película es el trasfondo del protagonista, un escritor que lucha contra el bloqueo creativo y la pérdida de su esposa. La invasión zombie se convierte entonces en un catalizador para confrontar sus propios demonios internos y para cuestionar su propia identidad. La narrativa no es lineal; se adentra en fragmentos de memoria, interrumpiéndose constantemente. Esto contribuye a un ritmo pausado, pero la calidad de los diálogos y las secuencias de flashback hace que la espera sea gratificante. El guion está cargado de simbolismo, y la relación entre el protagonista y su esposa, aunque fugaz, se convierte en el corazón emocional de la película.

Nota: 8/10