La otra pareja (2001)

“La Otra Pareja” (The Other Man) es un romance adolescente, y lo confieso, entra en el cliché del amor improbable con una facilidad desconcertante. Sin embargo, y afortunadamente para los espectadores, la película se atreve a explorar la complejidad de las relaciones, la incertidumbre y la incomodidad inherentes al enamoramiento, elevándola por encima de su premisa inicial bastante predecible. La película, dirigida por Todd Strauss-Gardiner, no busca ofrecer una revolución en el género romántico, sino una mirada realista y, a veces, incómoda a la juventud LGBTQ+ en un periodo de descubrimiento y experimentación.

La película sigue la historia de Eli, interpretado por el siempre encantador Paul Rudd, y Tom, interpretado por el prometedor Charlie Shanahan. Ambos personajes, al principio, se muestran como adversarios: Eli, un tipo con una actitud cínica y despreocupada, y Tom, un joven introspectivo y con profundas dudas sobre su sexualidad. Su primer encuentro es, como se describe, un absoluto desastre. Pero la película se enfoca en el *cómo* y el *por qué* de su desarrollo como pareja, no tanto en el simple hecho de que se enamoren. La química entre Rudd y Shanahan es genuina, y su interpretación, con toques de humor y vulnerabilidad, es uno de los puntos fuertes de la película. Rudd, en particular, demuestra ser capaz de transmitir una amabilidad sofisticada que contrasta de manera efectiva con la actitud inicialmente rebelde de su personaje. Shanahan, por su parte, aporta una autenticidad conmovedora, capturando la inseguridad y la lucha interna de un joven que se debate entre sus sentimientos.

La dirección es discreta pero efectiva. Strauss-Gardiner consigue mantener un ritmo constante, permitiendo que la relación de Eli y Tom se desarrolle de forma orgánica. Se enfoca en los pequeños momentos, los diálogos sutiles y las miradas que revelan más que mil palabras. La banda sonora, con sus melodías indie pop, complementa perfectamente la atmósfera de la película y contribuye a la sensación de inmediatez. Sin embargo, la película no intenta ser profundamente metafórica o simbolista. Se mantiene en un terreno más terrenal, con un enfoque en las emociones y las relaciones humanas, lo que puede resultar un tanto plano para algunos espectadores más exigentes.

El guion, adaptado de la novela homónima de Camila Maurán, se beneficia de un diálogo natural y sincero. Evita los clichés del melodrama adolescente y se centra en la exploración de la identidad, la autoaceptación y la construcción de relaciones basadas en el respeto y la comunicación. Hay momentos que podrían haber sido más profundos, y la trama, en su conjunto, es bastante sencilla, pero el guion logra transmitir la esencia de las dificultades y las alegrías del primer amor, mostrando que el camino hacia la felicidad rara vez es lineal. Se permite que los personajes cometan errores, se dejen llevar por sus emociones y aprendan de sus experiencias. Es un retrato honesto de la juventud y sus complejidades.

Nota: 7/10