La pandilla (1992)

“La Pandilla” (Guys and Dolls) es una apuesta audaz de Disney que, a primera vista, puede parecer una sencilla adaptación musical para la familia. Sin embargo, tras un primer vistazo, se revela como un espectáculo vibrante, a veces desafiante, y notablemente bien ejecutado. El film, ambientado en el Nueva York del final del siglo XIX, no se limita a ser una simple comedia musical, sino que busca, con un ligero toque de crítica social, explorar la tensión entre los periódicos tradicionales y los sensacionalistas, y el impacto de esa lucha en la vida de sus personajes.

La dirección de Robert Zemeckis, apoyada en la tecnología de captura de movimiento, ofrece un resultado visualmente inmersivo, aunque a veces con una apariencia ligeramente artificial. Los movimientos de los actores son precisos, casi robóticos, pero la fidelidad a las coreografías musicales originales está ejemplificada. Zemeckis no rehúye la complejidad del espectáculo, y aunque la estética técnica puede resultar inusual para algunos espectadores acostumbrados a la inmersión total del cine, la apuesta por la captura de movimiento permite una fluidez y dinamismo que otros métodos no podrían alcanzar. No obstante, a veces, el aspecto visual puede restar naturalidad a las expresiones y reacciones de los personajes, perdiendo parte de la conexión emocional.

El elenco, liderado por Marlon Brando, Frank Sinatra, y Sidney Poitier, está a la altura de las circunstancias. Brando, en particular, entrega una interpretación magistral como Reuben Bascom, un contrabandista de rosas que se encuentra en el ojo de la tormenta, y su química con Sinatra, como el hepático y descarado Bing Crosby, es pura magia en pantalla. Sinatra, a pesar de su imagen de estrella, ofrece una actuación sorprendentemente sutil y conmovedora como el abogado de la huelga. Poitier, por su parte, brilla como el sofisticado y elegante Nathan Frank, añadiendo una dimensión de elegancia y sofisticación al conjunto. Las interpretaciones vocales de todos los actores son excelentes, transmitiendo la energía y la pasión de las canciones con una convicción palpable.

El guion, adaptado de la obra teatral homónima, es inteligente y bien estructurado. Aunque se centra en el romance entre Reuben y Miss Adelaide, el corazón de la historia reside en la representación de la huelga de los vendedores de periódicos. La película no simplifica la lucha, sino que explora las diversas perspectivas y motivaciones de los participantes, incluyendo la corrupción, el poder de los medios y las consecuencias de la desinformación. Las canciones, con composiciones de Frank Sinatra y Mitchell Parcell, son memorables y se integran perfectamente en la trama, sirviendo tanto como vehículo para el avance de la historia como para el desarrollo de los personajes. El humor es inteligente y a menudo sutil, evitando caer en la comedia fácil y enfocándose en situaciones ingeniosas que surgen de la tensión entre los personajes y sus motivaciones.

En definitiva, "La Pandilla" es una joya del cine musical, una producción ambiciosa que combina la innovación técnica con la narrativa envolvente y la energía contagiosa de un espectáculo teatral. Es una película que, más allá de su atractivo visual y su banda sonora, invita a la reflexión sobre la importancia de la verdad, la justicia y la resistencia frente a la manipulación.

Nota: 8/10