La pantera rosa (1963)

“La pantera rosa” (1968) es un clásico del cine de espías que, a pesar de su edad, sigue conservando un encanto particular y una dosis saludable de humor absurdo. La película, dirigida con maestría por Blake Edwards, es una joya de la comedia que se atreve a subvertir las convenciones del género, ofreciendo una experiencia cinematográfica fresca y sorprendentemente refrescante.

La trama, aparentemente sencilla, se convierte en un torbellino de situaciones cómicas gracias al guion inteligente y ágil de Peter Rodgers y Michael Powell. La película no se toma la seriedad del género espía en serio. La premisa de un ladrón profesional, “el fantasma”, que busca robar una joya preciosa, sirve como catalizador para una serie de peripecias hilarantes, en las que la ineptitud del Inspector Clouseau, interpretado de forma icónica por Peter Sellers, se convierte en la protagonista indiscutible. Edwards logra crear un ritmo impecable, alternando momentos de suspense con gags que sacan las carcajadas a la audiencia. El humor, a menudo visual y basado en la exageración, es uno de los pilares fundamentales del éxito de la película.

Peter Sellers, en su papel de Clouseau, ofrece una actuación memorable. Su actuación es una mezcla perfecta de torpeza, ingenio y vulnerabilidad. Clouseau es un personaje ridículo, pero también entrañable, y Sellers lo interpreta con una maestría incomparable, dotándolo de una personalidad única y despreocupada. La comedia física, que es una característica esencial del personaje, está magistralmente ejecutada, y las reacciones de Sellers ante la situación siempre son graciosas. Sin embargo, la película se atreve a ir más allá de la simple comedia física, mostrando destellos de inteligencia y, a veces, de estrategia por parte del inspector, que contrasta con su apariencia de torpeza.

La dirección de Blake Edwards es impecable. No se limita a ser el mero espectador de las ocurrencias de Clouseau; se involucra activamente en el proceso cómico, sabiendo cuándo y cómo explotar al máximo las situaciones. La película está repleta de planos creativos, composiciones visuales sorprendentes y detalles visuales que enriquecen la experiencia cinematográfica. Además, la banda sonora, compuesta por Henry Mancini, es simplemente sublime y contribuye enormemente al ambiente general de la película. La elegancia de las escenas, contrastada con el caos que genera Clouseau, establece un equilibrio perfecto que hace que la película sea tan disfrutable hoy como lo fue en 1968.

La elección de Claudia Cardinale como la misteriosa y seductora Princesa Dala, y David Niven como el elegante Sir Charles, son acertadas. Las actuaciones de ambos complementan a la perfección la dinámica de la trama, aportando un toque de sofisticación y misterio que sirve de contrapunto a la comedia desbordante.

Nota: 8.5/10