Ken Loach, maestro indiscutible del cine social británico, regresa con 'La parte de los ángeles', una película que no busca la grandilocuencia moralizante, sino que se sumerge, con su habitual delicadeza y autenticidad, en la desesperación de un joven atrapado en un ciclo sin salida. La película, centrada en Robbie, es un estudio de personajes inquietante y realista, que nos obliga a cuestionar las consecuencias de las decisiones, incluso cuando esas decisiones son el producto de la supervivencia.
La dirección de Loach es, como siempre, impecable. No recurre a melodramas fáciles, ni a simplificaciones ideológicas. Observamos a Robbie, interpretado magistralmente por Andrew Haigh, en su entorno, en su lucha diaria por comer y ser un buen padre. La cámara se mantiene a distancia, no intrusiva, permitiéndonos la distancia necesaria para absorber la dureza de la situación. Loach nos muestra la pobreza, pero no la glorifica; la presenta como una realidad brutal y desoladora, donde la esperanza es un lujo que Robbie apenas puede permitirse.
La interpretación de Andrew Haigh es, sin duda, el corazón de la película. Haigh logra transmitir la amargura, la vulnerabilidad y, sorprendentemente, el encanto de un hombre que ha perdido todo, pero que aún conserva la capacidad de conectar con los demás, aunque sea a través de la manipulación. Su Robbie no es un villano, al menos no en el sentido tradicional. Es un superviviente, un niño perdido en un mundo que lo ha rechazado. La relación que desarrolla con Henri, interpretado por Peter Mullan con su habitual fuerza y melancolía, es uno de los puntos fuertes de la película: un vínculo improbable que ofrece una chispa de humanidad en un contexto tan sombrío.
El guion, escrito por Loach y Paul Laverty, es sutil y denso. No ofrece soluciones fáciles, ni juicios morales. Se centra en las pequeñas decisiones, en las consecuencias inmediatas, en la lógica de un mundo marginal. La inclusión de la pasión de Robbie por el whisky, a través de su aprendizaje de Henri, no es gratuita. Sirve para resaltar su capacidad de observación, su paladar entrenado por la necesidad. Más allá del licor, se trata de una metáfora de la búsqueda de placer y de la esperanza en un futuro incierto. La película no intenta convencer al espectador de que Robbie debería cambiar su vida. Lo que sí logra es hacernos reflexionar sobre la naturaleza humana, sobre los obstáculos que enfrentamos y sobre la dificultad de escapar de nuestro pasado.
En definitiva, ‘La parte de los ángeles’ es una película dura, realista y conmovedora, que requiere paciencia y una disposición a aceptar la complejidad de la condición humana. No es un espectáculo fácil, pero sí es una obra importante que merece ser vista y reflexionada. Es un trabajo honesto y conmovedor de Ken Loach, un cine social que sigue siendo relevante y necesario.
Nota:** 8/10