La pequeña ladrona (1988)

“La pequeña ladrona” (French: *La Petite Voluptueuse*) es una película de Anne Fontaine que, a primera vista, podría parecer una comedia ligera sobre la adolescencia y la imprudencia. Sin embargo, tras la primera impresión, emerge una narrativa sorprendentemente madura y compleja, que explora temas como la identidad, la imagen, la búsqueda de la felicidad y la desilusión. La película, estrenada en 2000, se centra en Janine Castang, interpretada con una sutileza magistral por Charlotte Gainsbourg, una joven de 16 años que se encuentra atrapada entre el deseo de escapar de la mediocridad de su vida y la aspiración a la fama y el glamour de las estrellas de Hollywood.

La dirección de Fontaine es precisa y controlada. Evita caer en clichés y se centra en la observación detallada del personaje principal. La película no busca juzgar a Janine, sino mostrarla en su búsqueda de autoafirmación. El ritmo es pausado, permitiendo que la audiencia se sumerga en la mente y el mundo interior de la joven. La fotografía, con un tratamiento visual elegante y algo nostálgico, contribuye a crear una atmósfera de ensueño, reflejando la obsesión de Janine por las películas de estrellas y la falsa realidad que representa el glamour. La película se beneficia enormemente de la música, con una banda sonora cuidadosamente seleccionada que acentúa las emociones de cada escena, desde la melancolía hasta la excitación.

La actuación de Charlotte Gainsbourg es, sin duda, el pilar de la película. Su interpretación es ambivalente: la vemos a la vez vulnerable y desafiante, inocente y calculadora. Logra transmitir la desesperación y la frustración de una chica que busca desesperadamente un escape, pero que, a la vez, se siente profundamente insatisfecha con sus intentos. Las escenas con François Cluzet como el señor Dubois, el hombre que se convierte en su mentor y su amante, son especialmente memorables. Su relación es intrincada y llena de matices, explorando la dinámica de poder, la atracción y la incomodidad. Cluzet ofrece una actuación sutil y conmovedora, con un peso emocional que subyuga a la audiencia.

El guion, adaptado de la novela homónima de Sylvia Plachy, no es especialmente complejo, pero sí efectivo. La historia, aunque sencilla en su planteamiento, permite a Fontaine explorar la complejidad psicológica de su personaje principal. La película plantea interrogantes sobre la artificialidad de la fama, la búsqueda de la identidad y la importancia de la autenticidad. Sin embargo, a veces, la película se acerca demasiado al melodrama, aunque esto no disminuye la capacidad de la película para generar empatía en el espectador. La ambigüedad moral de Janine es uno de los aspectos más interesantes, ya que no se le presenta como una heroína o una villana, sino como una joven en busca de su lugar en el mundo. Es una figura trágica, atrapada en la ilusión de la fama y la insatisfacción de su vida real.

Nota: 7/10