La pesca del salmón en Yemen (2012)

“La pesca del salmón en Yemen” es una comedia negra sorprendentemente inteligente y, a pesar de su pretexto absurdo, ofrece una reflexión agridulce sobre la política, la ambición y la búsqueda del éxito a cualquier precio. Dirigida con el toque seco y observador de Richard Shepard, la película no se limita a contar una historia de intrigas internacionales, sino que se adentra en las motivaciones ocultas de sus personajes, revelando un trasfondo de desesperación y la necesidad de dejar una huella en el mundo, sin importar lo superficial que pueda parecer el objetivo.

La película se sustenta en la tensa relación entre Alfred Jones (Ewan McGregor) y el jeque (Amr Waked). McGregor entrega una actuación particularmente sólida, capturando la mezcla de cinismo, frustración y, en última instancia, vulnerabilidad del personaje. Jones es un hombre que ha construido su carrera en el aislamiento, aferrado a su especialidad y reacio a la atención. La confrontación con la ostentación y la ambición del jeque desencadena una transformación interna que, aunque sutil, es el corazón emocional de la película. Waked, por su parte, es un villano con una sofisticada melancolía; su deseo de dejar un legado no es puramente egoísta, sino producto de una vida marcada por la pérdida y el aislamiento. La química entre McGregor y Waked es palpable, alimentando la tensión y la incomodidad que impregna la narrativa.

Emily Blunt, en el papel de la enigmática y atractiva representante del jeque, aporta un contrapunto femenino que desafía las expectativas. Su personaje es inteligente, pragmático y, en cierto modo, cínico, pero no carece de humanidad. Su relación con Jones se desarrolla con un matiz complejo, pasando de la desconfianza a la colaboración, aunque siempre con la sombra del engaño y la manipulación. La película utiliza el romance como una herramienta para explorar las motivaciones de los personajes y para desmantelar las convenciones sociales y políticas.

El guion, co-escrito por Richard Shepard y Ben Seitz, destaca por su humor negro y su capacidad para introducir elementos inesperados. La idea de introducir salmón en Yemen, un país convulsionado por la guerra y la pobreza, resulta irónicamente divertida y, al mismo tiempo, inquietante. El ritmo de la película es ágil, manteniendo al espectador enganchado con una mezcla de situaciones cómicas, diálogos inteligentes y momentos de suspense. La dirección de Shepard evita caer en la parodia, optando por un enfoque más reflexivo y satírico que permite al público cuestionar las motivaciones de los personajes y las consecuencias de sus acciones. La película no ofrece soluciones fáciles ni juicios definitivos, sino que invita a la reflexión sobre la naturaleza humana y el impacto de la ambición en el mundo.

Nota: 8/10