La pirámide (2014)

“La Pirámide” (The Pyramid) es una película que se erige como un estudio inquietante sobre la fragilidad humana ante lo desconocido. Más allá de una simple historia de terror, se presenta como un descenso psicológico a la locura, ambientado en el implacable y desolador paisaje del desierto egipcio. La película, dirigida con una precisión glacial por Robert Czegen, no se basa en sustos fáciles ni gore excesivo; su fuerza reside en la atmósfera opresiva y la sensación constante de vulnerabilidad que se instala en el espectador.

La trama se centra en un equipo de arqueólogos, liderado por el atractivo pero atormentado Dr. Alistair Finch (interpretado con una actuación magistral por Ben Kingsley), que se aventuran en lo profundo de una recién descubierta pirámide. Desde el principio, la dirección de Czegen establece un ritmo deliberadamente lento, centrándose en los detalles: el calor sofocante, el polvo omnipresente, el sonido del viento silbando a través de pasajes estrechos. Este enfoque, aunque pausado, crea una tensión palpable que se va acumulando gradualmente. La fotografía es excepcional, utilizando la luz y la sombra para generar una sensación de claustrofobia y paranoia. Los espacios son increíblemente evocadores, logrando que la pirámide se convierta en un personaje más, con sus túneles laberínticos y sus proporciones intimidantes.

El guion, adaptado de una novela de James Sanders, es inteligente y no se basa en clichés del género. Explora temas como la ambición científica, la obsesión con el pasado y los límites de la razón. El Dr. Finch, interpretado con una complejidad conmovedora por Kingsley, es un hombre consumido por su búsqueda y dispuesto a sacrificar todo por llegar a la verdad. Su evolución a lo largo de la película es fascinante, pasando de la curiosidad científica al terror absoluto. Las actuaciones secundarias son sólidas, especialmente la de la joven Sarah (interpretada por Zoe Saldana), que aporta un hilo de esperanza y lucidez en medio del caos. No obstante, a veces la película se adentra demasiado en la introspección del protagonista, perdiendo un poco de fuerza dramática en el proceso.

La película no rehúye de los elementos de terror psicológico, jugando con la percepción del tiempo, la cordura y la realidad. Las alucinaciones y los sucesos inexplicables son sutiles pero efectivos, alimentando el miedo más que el pánico. La banda sonora, minimalista y resonante, complementa a la perfección la atmósfera de suspense y perturbación. Aunque algunos espectadores podrían encontrar el ritmo excesivamente lento y la falta de acción inicial frustrante, la película recompensa la paciencia del espectador con una experiencia aterradora y memorable. La resolución, aunque no ofrece respuestas definitivas, es satisfactoria y deja al espectador reflexionando sobre la naturaleza de la verdad y el precio de la ambición.

Nota: 7/10