La posesión de Mercy Black (2019)

“La posesión de Mercy Black” es una película que se queda contigo mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar, aunque no por razones que cualquiera podría considerar puramente positivas. Esta película de terror psicológico, dirigida por Michael Galasso, se aferra a un mito local y lo transforma en una experiencia perturbadora y visceral, aunque a veces desconcertante. La premisa, centrada en un crimen de fantasía que ha cobrado una vida propia gracias a la difusión viral, es inherentemente interesante, pero es en su ejecución donde la película realmente se destaca – y donde también se revela su cierta fragilidad.

El guion, escrito por Galasso y Eric Miner, se centra en la lenta desintegración de Marina (interpretada magistralmente por Naomi Watts). Watts ofrece una actuación intensa y convincente, encapsulando la culpa, la paranoia y el miedo que devoran a su personaje. La actriz transmite con una sutileza inquietante el descenso de Marina a la locura, sabiendo equilibrar la vulnerabilidad y la amenaza latente. Sin embargo, el guion a veces tropieza en su deseo de crear suspenso, recurriendo a algunos clichés del género y, a veces, a excesivos adornos que restan fuerza a las escenas más críticas. Las "historias virales" sobre Mercy Black, que sirven como catalizador de la trama, a pesar de ser la base de la historia, a menudo resultan un tanto forzadas y poco desarrolladas.

La dirección de Galasso es sin duda un punto fuerte. La película se distingue por su atmósfera opresiva y su uso efectivo del color y la luz. Las escenas nocturnas, oscuras y claustrofóbicas, son particularmente memorables, evocando una sensación constante de incomodidad y peligro. La banda sonora, compuesta por Michael A. Levine, es inquietante y omnipresente, contribuyendo a la atmósfera de terror psicológico. La fotografía de James Laxton, con tonos apagados y una paleta de colores limitada, refuerza la sensación de decadencia y desesperación que impregna la historia. No obstante, la película, en algunos momentos, se pierde en el exceso de detalles y efectos visuales que, aunque intentan intensificar el horror, terminan diluyendo la experiencia.

El horror en “La posesión de Mercy Black” no es de los típicos sustos repentinos. Se trata de un horror mucho más sutil y perturbador, centrado en la idea de que los traumas y los secretos pueden perseguirnos incluso después de que creamos que los hemos enterrado. La película explora temas como la culpa, la memoria, la identidad y la naturaleza de la realidad, invitando al espectador a cuestionar lo que realmente es real y lo que es producto de la imaginación. La relación entre Marina y su sobrino, Leo (interpretado por Charlie Stillitano), es el corazón de la película. Su conexión, marcada por la desconfianza y el miedo, es fundamental para el desarrollo de la trama y para la comprensión de los motivos de Marina. El desempeño de Stillitano es, en general, positivo, aunque su actuación podría haber sido más sutil para reflejar la confusión y el terror que experimenta el personaje.

En definitiva, “La posesión de Mercy Black” es una película que, a pesar de sus algunos fallos, merece la pena ver por su atmósfera opresiva, sus actuaciones sólidas y sus interesantes reflexiones sobre la naturaleza del miedo y el trauma. Es un trabajo ambicioso que, aunque no logra alcanzar su máximo potencial, ofrece una experiencia cinematográfica inquietante y memorable.

Nota: 7/10