La primera purga: La noche de las bestias (2018)

“La primera purga: La noche de las bestias” no es simplemente una película de terror, ni siquiera una de ciencia ficción distópica. Es un experimento social mal ejecutado, que se presenta con la pretensión de ser una crítica mordaz sobre el control social, la paranoia y la fragilidad de la democracia. La premisa –un experimento sociológico en el que se permite la criminalidad durante una noche en una comunidad aislada– es intrigante, pero el guion, en mi opinión, se hunde con demasiada frecuencia en la mera acumulación de violencia sin profundizar en las consecuencias psicológicas o sociales que la producen. La dirección, por parte de Gareth Edwards, logra crear atmósferas tensas y claustrofóbicas en las primeras etapas, utilizando la luz de las velas y los espacios reducidos para generar una sensación palpable de amenaza. Sin embargo, la película rápidamente se convierte en un metrónomo de violencia indiscriminada, donde los asesinatos, aunque a menudo estilizados, se suceden de manera tan rápida y desapasionada que pierden su impacto emocional.

Las actuaciones son inconsistentes. Anya Taylor-Joy, como la líder del experimento, demuestra una notable contención y una complejidad cautelosa que contrastan fuertemente con la brutalidad que la rodea. John Boyega, como el jefe de policía que intenta contener la marea de violencia, ofrece un rendimiento sólido, aunque a veces se le ve limitado por el guion. La verdadera decepción reside en el tratamiento de los personajes secundarios; su desarrollo es mínimo y su motivación, a menudo, poco clara. Se nos presenta una galería de personas desesperadas, pero rara vez se les otorga la oportunidad de respirar, de demostrar la profundidad de sus traumas o de justificar sus acciones.

La película aspira a ser un comentario sobre el miedo, la opresión y la rebelión, pero termina siendo más un espectáculo de violencia. El mensaje que intenta transmitir –que el control social es una máscara frágil que puede resquebrajarse ante la frustración colectiva– se diluye en la repetición de escenas de asalto y muerte. La producción visualmente es impecable, con efectos especiales sutiles y una fotografía que captura la desesperación y la desolación del entorno. Sin embargo, la estética no compensa la falta de sustancia. La banda sonora, a menudo sobria, se pierde en el ruido blanco de la violencia. Se intuye la ambición de Edwards de explorar temas profundos, pero el resultado final es un ejercicio estilizado y superficial que decepciona.

En definitiva, “La primera purga: La noche de las bestias” es una película visualmente atractiva pero narrativamente vacía. Una advertencia sobre los peligros de la autoridad, sí, pero una exploración de esos peligros, no una demostración gratuita de sangre.

Nota: 6/10