“La Princesa Caraboo” es una película que, en su ambición, se siente a veces un tanto desorientada. El director, Matthew Wernham, se atreve a abordar un relato histórico ficticio con una estética visual que, en su núcleo, es decididamente atractiva, pero la historia, aunque interesante en su concepto, no siempre logra sostenerse con la solidez que merece. La película, basada en una leyenda que persiste en el folclore británico, narra la historia de una joven, inicialmente perdida y confundida, que se proclama la princesa Caraboo, una figura mitológica asociada a la dinastía Jacobiana y que, según la leyenda, debía restaurar el trono británico.
La cinematografía de John Ott es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. La paleta de colores, dominada por tonos pastel y paisajes de campiña inglesa, logra evocar una atmósfera de ensueño y melancolía. Los planos panorámicos de la campiña, con sus vastos campos y la bruma matutina, son particularmente hermosos y contribuyen significativamente a la inmersión del espectador. Sin embargo, hay momentos en los que la iluminación es excesivamente suave, lo que disminuye el impacto visual de ciertas escenas de acción, por ejemplo, cuando Caraboo intenta defenderse de sus adversarios. La dirección de fotografía, en general, es competente, pero podría haber explorado con mayor profundidad la expresividad de las luces y sombras para intensificar las emociones.
Las actuaciones son generalmente sólidas. Emily Blunt, en el papel de Caraboo, ofrece una interpretación convincente, transmitiendo la confusión, la vulnerabilidad y la creciente determinación de la joven. Si bien su personaje requiere un equilibrio delicado entre la fragilidad y la fuerza, Blunt lo maneja con maestría, logrando que la audiencia se identifique con su lucha. James Norton, como el Sir Tristan Brooke, aporta un aire de nobleza y tormento a su papel, aunque su personaje, en su desarrollo, resulta algo plano. El resto del elenco cumple su función sin destacar demasiado, contribuyendo a la atmósfera general de la película.
El guion, sin embargo, es el elemento más problemático de la película. La trama, si bien planteada con potencial, se siente a veces lenta y repetitiva. La explicación del misterio de la identidad de Caraboo se dilata innecesariamente, y algunos diálogos suenan forzados y poco naturales. Se intenta dotar de un trasfondo histórico profundo, lo que resulta en una amalgama de información que, en ocasiones, restringe el ritmo narrativo. La película juega con la idea de la verdad y la mentira, pero a veces pierde el hilo, ofreciendo una serie de flashbacks y revelaciones que, en lugar de añadir profundidad, confunden a la audiencia. Se intuye el deseo de explorar temas complejos como la identidad, la memoria y el poder, pero la ejecución resulta a veces superficial. En definitiva, la película cuenta una historia intrigante que no consigue alcanzar su máximo potencial debido a un guion que, a pesar de sus buenas intenciones, no está del todo pulido.
Nota: 6/10