La princesa prometida (1987)

“La Princesa Prometida” (The Princess Bride, 1987) no es solo una película, es un festín para el alma, una oda a los cuentos de hadas que se embarca en un viaje lleno de humor, aventura y, sobre todo, un amor incondicional. Más de treinta y cinco años después de su estreno, esta joya del cine sigue sorprendiendo y conmoviendo, gracias en gran parte a su ingenio, a sus personajes memorables y a una puesta en escena que combina la fantasía con una estética visualmente atractiva y, lo que es más importante, con un guion que se sirve de la tradición narrativa para crear algo sorprendentemente fresco e innovador.

La dirección de Rob Reiner es magistral en su capacidad para equilibrar el tono cómico con momentos de genuina tensión y romance. Reiner no se toma la fantasía al pie de la letra; en cambio, la utiliza como un lienzo para explorar temas universales como la valentía, el sacrificio y la importancia de creer en uno mismo. La película tiene un ritmo impecable, sin parpadeos ni momentos de falta de dinamismo, lo que la hace ideal tanto para la visión en pantalla grande como para disfrutarla en streaming. La banda sonora, compuesta por Fred Rogers, refuerza la atmósfera de la película, subrayando con delicadeza las escenas más emotivas y las más cómicas.

El reparto es, sencillamente, excepcional. Cary Elwes, como Westley, ofrece una interpretación convincente de un héroe improbable, un hombre que a pesar de su origen humilde, posee una determinación inquebrantable. Robin Wright, interpretando a Buttercup, no solo logra transmitir la belleza y el atractivo de la princesa, sino que también le otorga una vulnerabilidad y una complejidad emocional que la hacen una protagonista redentora. Pero la verdadera magia reside en las actuaciones secundarias. Chris Sarandon y Andre Hearst, como Vizzini y el Rey Obérico, respectivamente, son absolutamente memorables, aportando una dosis de villanía hilarante y grotesca. La química entre el elenco es palpable, contribuyendo en gran medida al éxito general de la película.

Sin embargo, lo que realmente eleva a “La Princesa Prometida” por encima de la simple comedia de aventuras, es el guion de William Goldman. Goldman no se limita a regurgitar tropos del género de cuentos de hadas. En cambio, se burla de ellos, los subraya y los desmonta con maestría. La película se inserta en sí misma en una historia dentro de una historia, creando un nivel de meta-narrativa que es, a la vez, ingenioso y sorprendentemente conmovedor. Los diálogos son brillantes y llenos de humor, y las situaciones absurdas y los detalles extravagantes son constantes. Además, el guion logra crear un mundo rico y creíble, lleno de personajes inolvidables y de momentos icónicos que han trascendido generaciones.

En definitiva, “La Princesa Prometida” es una película que merece ser vista, revivida y apreciada por su valor estético, narrativo y emocional. Es un clásico atemporal que sigue siendo tan fresca e innovadora hoy como lo fue en 1987. Una obra maestra del cine que continúa inspirando y encantando a audiencias de todas las edades.

Nota: 9/10