La profecía (2006)

“La Profecía” (The Omen, 1976) es una película que, a pesar de ser un clásico del terror, sigue generando debate y, curiosamente, me encuentro con que su atractivo reside no tanto en sustos baratos, sino en una atmósfera inquietante y una construcción de suspense que funciona con maestría, aunque con algunas fallas inherentes al género de su época. Es una película que, en esencia, explora el miedo a lo desconocido y el peso de la responsabilidad, y en ese sentido, logra conectarse con el espectador de una manera que supera el simple deseo de miedo.

El director Richard Donner, conocido por su habilidad para dirigir películas de acción y aventura, demuestra una sorprendente delicadeza al abordar un tema tan macabro. No se dedica a la explotación explícita, sino que se centra en el desgarro emocional del protagonista, Robert Thorn, interpretado por Gregory Peck. Peck, con su porte clásico y su mirada serena, ofrece una actuación sólida y creíble como un hombre atormentado por la pérdida y, posteriormente, por la presencia inquietante de Damien. Su interpretación es el corazón de la película, y su progresivo pánico ante lo inexplicable es profundamente conmovedor. La película, en su esencia, es un estudio del trauma y la desesperación, y Peck lo transmite con una convicción palpable.

La dirección de Donner es cuidadosa en el desarrollo de la atmósfera. El uso de la iluminación, que oscila entre la luz dorada y la oscuridad opresiva, contribuye significativamente a crear un ambiente de constante tensión. La banda sonora, compuesta por Jerry Goldsmith, es icónica y, sin duda, una de las mejores de la historia del cine de terror. No se basa en melodías estridentes, sino en piezas musicales inquietantes y amenazantes que se infiltran en la conciencia del espectador, anticipando, a menudo, los sucesos a punto de ocurrir. La música no solo aumenta la tensión, sino que también funciona como un indicador de la creciente maldad que rodea a la familia Thorn.

En cuanto al guion, escrito por David S. Cohen y Lorenzo Semple Jr., se puede criticar por depender en ocasiones de tropos narrativos propios del género de culto, aunque la idea central –un huérfano elegido por el diablo para causar la destrucción de la familia Thorn– es suficientemente original para sostener la trama. El ritmo es deliberadamente lento y gradual, permitiendo que el suspense se acumule de manera efectiva. Sin embargo, algunos diálogos y situaciones pueden parecer un poco forzados, producto de las limitaciones técnicas y narrativas de la época. La película, aunque no es un guion brillante en términos de innovación, se beneficia de una estructura sólida que mantiene al espectador enganchado.

A pesar de sus pequeñas deficiencias, “La Profecía” es una película inquietante, bien dirigida y con una atmósfera opresiva que perdura mucho después de que los créditos finales han pasado. Gregory Peck ofrece una actuación memorable y la banda sonora de Jerry Goldsmith es verdaderamente inolvidable. Es una película que se queda en la memoria por su capacidad para generar un temor psicológico, más que por efectos especiales espectaculares. Es un estudio del mal silencioso y del fatal destino.

Nota: 7/10