La profecía (1976)

“La Profecía” (1976) es una película que, más de cuatro décadas después, sigue generando debate y fascinación. No es una obra maestra cinematográfica en el sentido más estricto, pero su inquietante atmósfera, su simbolismo opresivo y su propensión a dejar al espectador con una sensación de incomodidad persistente la convierten en una experiencia perturbadora que, a menudo, supera sus deficiencias técnicas. La película se aferra con tenacidad a la oscuridad, construyendo un relato de terror psicológico que se siente más como una pesadilla que una narración convencional.

La dirección de Richard DeGaste es deliberadamente lenta y claustrofóbica. Hay una meticulosidad en la fotografía de Jack Mihoan, utilizando una paleta de colores apagados, predominando los tonos grises y marrones, que intensifica la sensación de desesperación y decadencia. Las habitaciones son pequeñas, oscuras y llenas de objetos que sugieren un pasado tormentoso. Esta elección visual no es accidental; refleja el estado mental deteriorado de la familia Thorn, atrapada en una espiral de horror y secretos. La cámara se mantiene a menudo alejada, observando desde la distancia, como si fuera un espectador que también se siente impotente ante la tragedia que se avecina.

El guion, adaptado de la novela homónima de William Defoe, no es particularmente complejo en términos de trama. Se centra en la creciente paranoia de Robert Thorn, interpretado magistralmente por Jon Voight. Su transformación de un hombre aparentemente normal a un padre obsesivo, dispuesto a todo para proteger a su familia, es convincente y aterradora. Voight transmite con sutileza la angustia, el miedo y la desesperación, ofreciendo una actuación que define al personaje y lo convierte en el corazón de la película. La interpretación de Barbara Hershey como Kathy Thorn es igualmente impactante, mostrando una vulnerabilidad y un dolor palpable. El joven Eddie Jones, que interpreta a Damien, aporta una inocencia inquietante a la historia, contribuyendo a la sensación de que algo horrible se esconde bajo la superficie.

Sin embargo, la película no está exenta de fallos. Algunos diálogos son torpes y la tensión, a veces, se construye de manera artificial. La banda sonora, aunque efectiva en ciertos momentos, se vuelve repetitiva y predecible. No obstante, estos aspectos menores no impiden que “La Profecía” logre su objetivo principal: generar una sensación de inquietud y temor que se queda con el espectador mucho después de que los créditos finales hayan rodado. La película juega con los temas del pecado, la fe, la corrupción y el mal inherente a la naturaleza humana, ofreciendo una reflexión oscura y perturbadora sobre el poder destructivo del fanatismo y la manipulación.

Nota:** 7/10