La prometida (1985)

“La Prometida” (originalmente “La Criatura”), la nueva propuesta de Luc Besson, no es la adaptación más fiel a la novela de Mary Shelley, pero sí una reinterpretación fresca y perturbadora que, en última instancia, supera las expectativas iniciales generadas por el nombre y la asociación constante con el monstruo de Frankenstein. Besson, conocido por sus visuales impactantes, vuelve a demostrar su maestría en la estética, pero esta vez lo combina con una historia centrada en la soledad, la aceptación y la búsqueda de identidad. La película, lejos de una simple historia de creación y rebelión, explora la compleja dinámica entre dos seres incomprendidos que se encuentran en un mundo hostil.

El guion, co-escrito por Besson y Jean-Pierre Jeunet, mantiene un tono melancólico y reflexivo. La narrativa avanza a un ritmo medido, permitiendo un desarrollo profundo de los personajes principales. La historia no se centra en la acción, sino en la introspección de Ada, interpretada con una delicadeza y vulnerabilidad excepcionales por Léa Seyde. Su personaje, una joven con una enfermedad degenerativa que la lleva al aislamiento, es la piedra angular de la película. La creación de Ada por parte de Julian (Adam Driver), un brillante y atormentado científico, es presentada como un acto de amor desmedido, pero la película no cae en la sentimentalidad fácil. Se explora la ambivalencia de sus motivaciones, la obsesión y el miedo a la pérdida que lo impulsan a construir una copia de su difunta esposa. La película aborda de manera sutil pero contundente las implicaciones éticas de la ciencia y la ingeniería genética.

La dirección de Luc Besson es, como siempre, impecable. La paleta de colores es rica y vibrante, pero se utiliza con un propósito: para resaltar la belleza y la fragilidad del personaje de Ada, creando un contraste con el mundo exterior, frío e indiferente. Los efectos visuales, aunque no son el foco principal, son logrados con gran cuidado y se integran de manera orgánica en la historia. La atmósfera opresiva y claustrofóbica del laboratorio y la casa de Julian contribuyen a generar tensión y a subrayar la soledad de los protagonistas.

La actuación de Adam Driver es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Transmite la desesperación, la obsesión y el dolor que guían las acciones de Julian. No se limita a la representación del científico loco, sino que consigue dar una gran humanidad a un personaje que podría haber resultado caricaturesco. Léa Seyde, por su parte, ofrece una interpretación magistral, comunicando con su mirada la complejidad de Ada, su miedo, su anhelo de conexión y su creciente sentido de la propia identidad. Su evolución a lo largo de la película es el corazón de la historia. La química entre los dos actores es palpable, lo que permite que la relación entre Ada y Julian, aunque inicialmente basada en una dinámica de creador y creación, se convierta en algo mucho más complejo y conmovedor.

En definitiva, "La Prometida" es una película estimulante y visualmente impactante que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del amor, la identidad, la soledad y los límites de la ciencia. Aunque no llega a ser una adaptación perfecta del clásico de Mary Shelley, aporta una nueva perspectiva a la historia original, ofreciendo una experiencia cinematográfica original y memorable. Nota: 8/10