La que hemos armado (1988)

“La que hemos armado” de Daniel Alterman nos presenta una historia incómoda, visceral y sorprendentemente conmovedora. La película no busca la grandilocuencia o los finales predecibles, sino que se aferra a la cruda realidad de una situación inusual y las consecuencias que conlleva. La película se sitúa, además, dentro de un género que a veces se confunde con el melodrama, pero en realidad se acerca más a un drama psicológico, explorando la dinámica de pareja, la presión familiar y la búsqueda individual de la autonomía. Alterman consigue, con una dirección firme y una cuidada puesta en escena, transmitir una atmósfera de tensión constante, que se palpa en cada diálogo y en la mirada de sus personajes.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Ana de Armas, en su papel de Darcy, ofrece una interpretación increíblemente honesta y vulnerable. Su transformación a lo largo de la película es palpable; pasamos de ver una joven idealista que se prepara para su futuro a una mujer que se enfrenta a una decisión que amenaza con desmantelar su vida y sus planes. El resto del reparto – Miguel Ángel Silvestre como Stan, y especialmente la interpretación de Julia Molina como la madre de Darcy – también son sólidos. Molina, en particular, es magistral. Su personaje no es simplemente una antagonista, sino una mujer marcada por sus propias experiencias, que actúa motivada por un miedo visceral y una lógica propia, aunque sea devastadora para su hija. El miedo de la madre, que se revela poco a poco, es la fuerza impulsora de la película. La química entre de Armas y Silvestre, aunque no siempre brillante, es suficiente para sostener las escenas centrales, que se centran en la conversación y el conflicto interno de los personajes.

El guion, escrito por Alterman y Julián Gómez, es inteligente y evita caer en simplismos. La película se enfoca en la complejidad de las relaciones humanas y las motivaciones ocultas que nos impulsan a tomar decisiones. El ritmo es pausado, lo que permite que los personajes se definan con mayor profundidad. A pesar del tema delicado, la película no se adormece en sentimentalismos baratos; se mantiene seca y realista en su representación de los dilemas morales que se plantean. La dirección de fotografía, con una paleta de colores apagados y una iluminación natural, contribuye a crear esa sensación de incomodidad y desesperación que impregna la película. La banda sonora, discreta pero efectiva, refuerza la atmósfera. Sin embargo, la película no está exenta de algunas fallas. El desarrollo de algunos personajes secundarios podría haber sido más elaborado, y el final, aunque coherente con la trama, resulta un tanto abrupto. A pesar de estos pequeños defectos, "La que hemos armado" es una película provocadora y perturbadora que invita a la reflexión sobre la libertad individual, la responsabilidad familiar y los límites de la maternidad.

Nota: 7/10