La quinta dimensión (2014)

“La quinta dimensión” es un ejercicio de atmósfera y sugerencia que, a pesar de sus ambiciones, no logra consolidarse en una experiencia cinematográfica verdaderamente satisfactoria. La película, dirigida por el aclamado pero a veces frustrante Daniel Arroyche, se centra en Pelayo, un hombre atormentado por visiones extrañas: fragmentos de su propia vida proyectados en un plano superior, como si estuviera observando su existencia desde una perspectiva imposible. Estas premoniciones, que se presentan de forma creíble y perturbadora, desencadenan una búsqueda de significado y, eventualmente, lo arrullan a una entidad que le promete respuestas, pero a un precio incalculable.

Arroyche, conocido por su trabajo en documentales con un toque onírico, mantiene su sello característico, priorizando la inmersión sensorial sobre la narrativa lineal. La fotografía de Marcos Satromski es, sin duda, un punto fuerte. El uso del color es exquisito, con predominio de tonos fríos y apagados que reflejan el estado mental de Pelayo, sugiriendo una realidad distorsionada y una creciente sensación de aislamiento. La película se siente como un viaje al interior de la mente, una exploración de la paranoia y la pérdida de control. La dirección de Arroyche logra, de forma notable, transmitir la angustia y el desconcierto del protagonista. Sin embargo, este enfoque en la atmósfera a veces sacrifica la claridad narrativa, dejando al espectador con más preguntas que respuestas.

Las actuaciones son sólidas, con la interpretación de Gastón Bonnet como Pelayo siendo la piedra angular de la película. Bonnet transmite con maestría la vulnerabilidad y la desesperación del personaje, comunicando a través de miradas y gestos el creciente temor y la creciente desorientación de Pelayo. El resto del elenco es complementario, aunque sus roles son discretos. La película se apoya en un guion que se permite ser deliberadamente ambiguo, dejando al espectador con la libertad de interpretar los sucesos y las motivaciones de los personajes. No obstante, esta ambigüedad, que podría ser un punto a favor para algunos, resulta frustrante para otros, ya que dificulta la comprensión de la historia. La trama, por momentos, se siente lenta y con un ritmo desigual, tratando de evadir la explicación directa y, en su lugar, se conforma con insinuaciones y metáforas.

En definitiva, “La quinta dimensión” es una experiencia cinematográfica interesante pero no redonda. El film destaca por su atmósfera inquietante y su fotografía impecable, pero su guion ambiguo y su ritmo pausado pueden alejar a algunos espectadores. Se trata de una película que invita a la reflexión, pero que no ofrece soluciones fáciles. Su valor reside en su capacidad para generar sensaciones y preguntas, dejando al espectador con la sensación persistente de haber presenciado algo profundamente perturbador y, al mismo tiempo, inexplicable.

Nota: 6/10