“La seducción” (2023) no es solo una recreación, sino una reinterpretación audaz y, en mi opinión, notable del clásico de Don Siegel, “El seductor”. El director William Oldroyd se atreve a trasladar la tensión y el drama de 1965 a la Virginia del 1864, durante la sangrienta Guerra Civil Americana, creando una atmósfera opresiva y claustrofóbica que resulta inquietante. La película no se limita a imitar la trama original; en su lugar, explora la complejidad moral y psicológica de sus personajes, profundizando en las consecuencias de una sola decisión y en la fragilidad de las relaciones humanas en tiempos de guerra.
El corazón de la película reside en la relación entre Esther (Naomi Watts), una joven y decidida maestra, y Caleb (Ben Platt), un soldado confederado con un pasado oscuro y un aura de peligro innegable. La química entre Watts y Platt es palpable, no se trata de una simple atracción romántica, sino de una fascinación magnética, una lucha constante entre la razón y la pasión, la moral y la supervivencia. Platt, en particular, ofrece una actuación sobresaliente, logrando transmitir la vulnerabilidad y la desesperación de un hombre que ha perdido todo y que se aferra a la esperanza, por más ilusoria que sea. Watts, por su parte, se enfrenta a un desafío interpretativo importante: representar a una mujer que se debate entre su convicción, su vocación y su creciente atracción por un hombre con un pasado problemático. Su evolución, tanto física como emocional, es el eje central de la película y la actriz lo realiza con una sutileza y profundidad impresionantes.
La dirección de Oldroyd es precisa y controlada. La banda sonora, sutil pero efectiva, acentúa la tensión constante y el ambiente de incertidumbre. El uso del color y la luz juega un papel fundamental, con la paleta predominante de tonos apagados y sombríos que reflejan la desesperación de la época y la encierro de la escuela. La fotografía, de Michael J. Frost, es hermosa y, a la vez, perturbadora. Se acentúa la sensación de estar atrapado en un lugar sin escapatoria, tanto física como emocional. El guion, adaptado por Ivan Pagán y Max Pinsky, se beneficia de la fidelidad a la premisa original, pero añade nuevas capas de complejidad y un desarrollo de los personajes más rico. Se profundiza en las razones detrás de las decisiones de cada uno, explorando las consecuencias de los actos pasados y la dificultad de redefinir el presente en medio de la guerra. Sin embargo, en algunos momentos, la trama se vuelve algo predecible, aunque se salva gracias a las actuaciones y la atmósfera general.
“La seducción” no es una película que te dejará indiferente. Es un melodrama gótico de época que explora temas como el amor, la moralidad, la guerra y el perdón. Es una película que te hará cuestionar tus propias decisiones y te hará reflexionar sobre la naturaleza humana. Es un remake que, lejos de ser una simple copia, logra aportar una nueva perspectiva y una mayor profundidad a una historia que sigue siendo tan relevante hoy en día como lo fue en 1965.
Nota: 8/10