“La Separación” (La Separación) no es un terror convencional; no se basa en sustos baratos ni en la sangre. Más bien, es una incursión perturbadora en la soledad, la pérdida y el poder devastador de la imaginación infantil. Dirigida por Michael Catala, la película se construye lentamente, cultivando una atmósfera opresiva que se va filtrando en el espectador hasta convertirse en una sensación visceral. Catala logra un trabajo de dirección notablemente sutil, utilizando el contraste de luz y sombra, la banda sonora minimalista y una fotografía precisa para intensificar la incomodidad que se siente a lo largo de la película.
El núcleo de la película reside en el personaje de Jenny, interpretado magistralmente por Sofía Gala. Su actuación es delicada y conmovedora, capturando la fragilidad y la desesperación de una niña que ha perdido a su madre y se ve obligada a enfrentar un nuevo y amenazante futuro. Gala no recita; se sumerge en el personaje, transmitiendo a través de miradas y gestos la desconfianza, el miedo y la soledad que la carcomen. Es un papel que requiere una gran sensibilidad y, sin duda, Gala lo entrega con una intensidad que eleva la película por encima de un simple relato de fantasmas.
El guion, adaptado de la novela de Albert Sánchez Piñol, no es la parte más brillante de la película. Aunque la historia es interesante y llena de potencial, a veces se siente un tanto inverosímil y la lógica interna se resiente. Los eventos que ocurren, especialmente a medida que las marionetas comienzan a manifestarse, pueden parecer forzados, llevando al espectador a cuestionar la veracidad de lo que está presenciando. Sin embargo, el guion se beneficia de un buen ritmo narrativo y de una exploración efectiva del duelo y la relación entre Jenny y su padre. La idea de que las marionetas, producto de la imaginación paterna, pudieran estar intentando comunicarse o incluso corregir los errores del pasado es inquietantemente evocadora.
La dirección artística también merece un reconocimiento especial. El diseño de las marionetas es impecable, logrando que sean a la vez grotescas y entrañables. Su diseño refleja la personalidad de cada personaje y su gradual transformación, de juguetes inanimados a entidades amenazantes, es visualmente impactante. El uso del color es particularmente efectivo, con la paleta de colores apagados contrastando con los momentos de intensa actividad de las marionetas, creando un fuerte contraste visual que intensifica la sensación de horror. Finalmente, la banda sonora, compuesta por Gustavo Pérez Ballester, es sutil pero efectiva, empleando sonidos inusuales y disonantes para generar una atmósfera de inquietud constante. La película no busca mostrar un horror visualmente impactante, sino más bien un terror psicológico que se instala en la mente del espectador.
Nota: 7/10