La séptima profecía (1988)

“La Sétima Profecía” es una película que se atreve a entrar en el terreno de lo inquietante y lo esotérico, aunque, lamentablemente, no siempre logra aterrizar las ambiciones que alberga. Basándose en una premisa potencialmente fascinante, la película, dirigida por M. Night Shyamalan, se construye en torno a Abby Quinn, una mujer que, tras un embarazo atormentado, experimenta una serie de eventos paranormales que la llevan a creer que está conectada a una profecía apocalíptica. Shyamalan, conocido por su maestría en el suspenso psicológico, busca aquí un salto hacia lo sobrenatural, y el resultado es, en gran medida, un ejercicio de tensión atmosférica que, sin embargo, se ve afectado por una ejecución poco pulida.

La dirección de Shyamalan se caracteriza por un uso sutil pero efectivo de la cámara, creando una sensación constante de incomodidad y desasosiego. La película se beneficia de un ambiente opresivo, con interiores oscuros y claustrofóbicos que refuerzan la creciente paranoia de Abby. Sin embargo, la película a veces se pierde en excesos de melodramas y elementos visuales que, aunque buscan intensificar la experiencia, terminan por saturar la trama. El uso de efectos visuales, en particular, es inconsistente. Algunas imágenes son realmente impactantes y bien integradas a la narrativa, mientras que otras se sienten forzadas y poco convincentes.

Las actuaciones son sólidas, con una Kristen Stewart destacando como Abby Quinn. Su interpretación refleja la vulnerabilidad, el miedo y la confusión de una mujer que lucha por comprender lo que está sucediendo. La química entre Stewart y Nat Wolff, quien interpreta al misterioso David, es otro punto fuerte de la película. Aunque la relación entre los dos personajes es compleja y llena de tensión, a veces se siente un poco forzada, como si el guion no le dejara espacio suficiente para desarrollar su dinámica de forma más profunda. La interpretación de Wolff, en particular, es correcta, pero le falta matices; su personaje permanece demasiado plano y unidimensional.

El guion es, sin duda, el punto más débil de la película. La estructura narrativa es lineal y predecible, siguiendo un patrón clásico de misterio y terror. Si bien la idea de la profecía y la elección de Abby como instrumento son interesantes, la ejecución es algo torpe. El ritmo es irregular, alternando momentos de tensión genuina con secuencias innecesarias de diálogos expositivos y explicaciones abundantes. La ambigüedad, un elemento característico de Shyamalan, se diluye en un final que intenta responder a todas las preguntas, pero termina por restar importancia a lo que venimos a ver. En definitiva, el guion peca de sobrecargar la trama con demasiados elementos y detalles que no contribuyen significativamente al desarrollo de la historia.

Nota: 6/10