La serpiente y el arco iris (1988)

“La Serpiente y el Arco Iris” es una película que te atrapa desde el primer momento, aunque no siempre la mantiene. El director Cary Joji Fukunaga, conocido por su meticulosidad y su habilidad para construir atmósferas, construye un viaje visualmente impactante a través de la densa selva haitiana. La película se sitúa en un momento crucial de la historia, la década de los 70, donde la tensión geopolítica y el auge de movimientos religiosos y políticos se mezclan con el creciente interés científico en fenómenos marginales. Fukunaga explora este contexto con un respeto notable, evitando caer en la mera exotización y mostrando, aunque sea a medias, las complejidades sociales y políticas de la región.

La trama, centrada en el Dr. Logan (Tom Hanks), un antropólogo escéptico que se ve obligado a reconsiderar sus convicciones al descubrir la existencia de una sustancia que parece detener la muerte en Haití, es intrincada y, a veces, algo confusa. La película se adentra en el mundo del vudú y la magia negra, presentando rituales que, aunque a veces se ven filmados con una naturalidad inquietante, pueden resultar lejanos y difíciles de entender para el espectador no iniciado. El guion, a pesar de sus momentos de brillantez, se deja llevar por la complejidad de la trama y no siempre logra conectar los puntos de manera clara y concisa. Sin embargo, la película se centra más en la experiencia subjetiva del protagonista, en su viaje de descubrimiento y en la confrontación con sus propios prejuicios, que resulta ser el elemento más interesante de la historia.

Tom Hanks ofrece una actuación notable, interpretando a un hombre consumido por la duda y la incredulidad, que poco a poco ve desvanecidas sus ideas preconcebidas. Su evolución, tanto física como emocional, es el núcleo de la película. La antagonización, personificada por el Dr. Beaumont (Delroy Lindo), un científico escéptico y egocéntrico, es efectiva. Lindo, con su habitual intensidad, contrasta maravillosamente con la vulnerabilidad de Hanks, creando una dinámica tensa y propicia para el conflicto central. El reparto secundario, principalmente haitiano, también brilla con luz propia, aportando autenticidad y profundidad a la narrativa.

Visualmente, la película es una obra maestra. La fotografía de Linus Sandstorm es exuberante y llena de detalles, capturando la belleza salvaje de la selva y la atmósfera opresiva de la comunidad haitiana. La banda sonora, compuesta por Geoff Barrow y Thomas Mars, complementa a la perfección las imágenes, creando una atmósfera onírica y misteriosa. La dirección de arte y el diseño de producción son igualmente impecables, recreando un mundo auténtico y convincente. Si bien la película puede sentirse, en ocasiones, excesivamente larga y densa, la experiencia visual y la intensidad emocional hacen que valga la pena verla. Es una película que te hace reflexionar sobre la fe, la ciencia, la superstición y los límites del conocimiento.

Nota: 7.5/10