“La Sirvienta” de Cristian Mungiu es, ante todo, una película que se instala en la psique y, con una lentitud deliberada, te arrastra a un mundo de desesperanza y silencios. Mungiu, uno de los directores romenos más aclamados internacionalmente, regresa con una obra que, lejos de ofrecer una narrativa convencional, se enfoca en la fragilidad humana, en las consecuencias del abuso y en la cicatrización lenta y dolorosa de las heridas emocionales. La película no se centra en el misterio de un crimen, sino en la reconstrucción de la identidad y la búsqueda de sentido en la vida de Lera, la joven acusada, una sirvienta que, a través de un encuentro fortuito con dos prostitutas, se ve catapultada a la reflexión sobre su pasado y el destino de muchas mujeres anónimas que han seguido sus pasos a lo largo de la historia.
La dirección de Mungiu es precisa y contenida, construyendo una atmósfera opresiva y claustrofóbica que refleja, con notable eficacia, la situación emocional de sus personajes. La película se desarrolla en un espacio reducido, tanto físico como simbólico, donde los diálogos, a menudo mínimos o interrumpidos por pausas incómodas, son la principal vía de comunicación. Esta elección estilística, que puede resultar desafiante para algunos espectadores, intensifica la sensación de aislamiento y vulnerabilidad que experimenta Lera y sus compañeras. El uso de la luz y la sombra es constante, subrayando las dudas y los secretos que acechan a los personajes.
Las actuaciones son excepcionales. Maia Morgenstern, como Lera, entrega una interpretación sutil y magistral, capturando con perfección la mezcla de confusión, miedo y resignación en el rostro de su personaje. Las interpretaciones de Carmen Moraru y Ana Mărioara Cotar, como Mihaela y Julia, son igualmente convincentes, aportando a la historia la crudeza y el humor negro que necesitan para darle una dimensión más compleja. Cada personaje se siente real, con sus propias historias y motivaciones, aunque, en última instancia, todos están unidos por la experiencia de la opresión y la marginación.
El guion, adaptado de una historia real, es fundamental para el éxito de la película. Mungiu no busca ofrecer explicaciones fáciles ni soluciones definitivas. En cambio, nos presenta una visión fragmentada y ambigua de la vida de Vicenta María López Vicuña y de las mujeres que, inspiradas por su ejemplo, se dedicaron al servicio doméstico. La película plantea preguntas incómodas sobre la pobreza, la desigualdad de género, el abuso de poder y el papel de la religión. Más allá del misterio del crimen, la historia de Lera se convierte en una alegoría sobre la invisibilidad de las mujeres y la dificultad de romper con el ciclo de la represión. Es importante destacar cómo la película no juzga a sus personajes, sino que se limita a mostrar sus vidas tal como son: duras, inciertas y, a menudo, dolorosas.
La Sirvienta no es una película fácil de ver, pero es una experiencia cinematográfica poderosa y memorable. Es una obra que invita a la reflexión y que nos obliga a confrontar con nuestra propia hipocresía y con los silencios que conforman nuestra sociedad. La película permanece en la mente mucho tiempo después de que terminan los créditos.
Nota: 8/10