La sombra del testigo (1987)

“La sombra del testigo” es un thriller psicológico que, si bien no llega a la grandilocuencia de algunos títulos del género, ofrece una experiencia visualmente rica y un ritmo intrigante que, en última instancia, compensa sus momentos de cierta previsibilidad. La película se centra en la interacción entre Claire Gregory, una socialité de Nueva York acostumbrada a la protección y la discreción, y el detective Mike Keegan, un policía novato recién ascendido que se encuentra inesperadamente a cargo de su seguridad tras un asesinato impactante. Lo que podría haber resultado en un cliché sobre la clase alta y el detective precario, se convierte en un estudio de personajes bien calibrado, con un centro de atención en la evolución de sus personalidades.

La dirección de Martin Goldsmith es elegante y contemplativa. No se apresura a revelar la trama, optando por un enfoque más pausado, que permite al espectador sumergirse en la atmósfera opulenta pero inquietante del mundo nocturno neoyorquino. La fotografía de Dmitri Glebov es sobresaliente, utilizando una paleta de colores fríos y saturados para acentuar la tensión y la paranoia. Los planos son meticulosamente elaborados, creando composiciones visuales que transmiten una sensación de inquietud latente, incluso en los escenarios más lujosos. Sin embargo, a veces este ritmo pausado puede resultar un poco lento, especialmente para aquellos acostumbrados a thrillers más dinámicos.

La actuación de Louise Bourgoin como Claire Gregory es, sin duda, el punto más fuerte de la película. Su interpretación es sutil y matizada, logrando transmitir tanto la fragilidad emocional de una mujer acostumbrada a vivir bajo la sombra de su estatus social, como una creciente vulnerabilidad a medida que se enfrenta a la amenaza de su propia seguridad. Keegan, interpretado por el relativamente desconocido Liam Mcintyre, no alcanza la misma profundidad, pero ofrece una representación sólida y creíble de un hombre joven que lucha por demostrar su valía. La dinámica entre ambos personajes, inicialmente marcada por la desconfianza y la incomodidad, evoluciona de forma orgánica, generando momentos de tensión y complicidad genuina.

El guion, firmado por Sarah Jaffe, es en general sólido, aunque carece de una originalidad que le permita destacar entre la abundante oferta de thrillers. La trama, aunque predecible en ciertos aspectos, está bien estructurada y mantiene al espectador enganchado gracias a la atmósfera opresiva y a las constantes dudas sobre la veracidad de los acontecimientos. La película explora temas como la obsesión, la falsedad de la alta sociedad y la dificultad de descubrir la verdad en un mundo donde la apariencia engaña a la vista. Aunque el final puede resultar algo abrupto y un poco forzado, la película consigue generar un impacto emocional y dejar al espectador reflexionando sobre la naturaleza de la traición y la búsqueda de la verdad. Sin embargo, la resolución de algunos subtramas podría haber sido más elaborada, y la motivación de algunos personajes, menos clara.

Nota: 7/10