La tribu de los Brady (1995)

“La Tribu de los Brady” no es una película que reinvente la comedia familiar, ni siquiera que busque sorprendernos con una narrativa particularmente original. Más bien, se erige como un ejercicio de nostalgia cuidadosamente calibrado, un guiño insistente a una era dorada de la televisión y un desafío deliberado para aquellos que no vivieron la magia de la serie original. Y, en ese sentido, la película logra, aunque con algunas sombras, cumplir su objetivo.

Dirigida por Jerry Zucker, la película se beneficia de un ritmo ágil y de una estética visual que evoca sutilmente los años 90, pero sin caer en la parodia literal. La banda sonora, compuesta por David Newman, es otra de sus virtudes, repleta de canciones pegadizas que añaden una capa extra de encanto nostálgico. Sin embargo, el guion, escrito por Zucker, Tim Robinson y Andrew Mogel, se siente, en ocasiones, un poco forzado. Si bien se atenta contra la hipocresía y las miserias de una clase media estadounidense aparentemente perfecta, el humor a veces se siente plano, predecible y con una dependencia excesiva de referencias a la serie original. La película no explora a fondo la ironía de la “familia perfecta”, sino que simplemente la presenta como un absurdo objeto de deseo.

Las actuaciones son sólidas. Matthew Broderick ofrece una interpretación convincente como Mike Brady, manteniendo la esencia del personaje sin caer en la caricatura. Gretchen Weicker como Carol Brady se muestra ingeniosa y maternal, y la pareja compuesta por John Goodman (como el malvado Ditmeyer) y Penelope Ann Miller (como la excéntrica y ambiciosa Myrtle) aporta la dosis necesaria de humor negro y personajes secundario memorables. Sin embargo, la química entre los actores no siempre logra elevar las situaciones cómicas, y algunos diálogos se sienten un tanto artificiosos.

El director, Jerry Zucker, demuestra su maestría en la comedia física y en la creación de momentos visualmente impactantes. La película recurre a la exageración, al slapstick y a una coreografía de situaciones cómicas que son, en gran medida, efectivas. No obstante, la comedia, por mucho que se intente sofisticar, a menudo depende demasiado del conocimiento previo del espectador para apreciar la ironía subyacente y los guiños constantes a la serie original. Este tipo de referencias, si bien son divertidas para los fans, pueden resultar frustrantes para el público general. Se necesita una buena dosis de buena voluntad para seguir el hilo de las referencias.

En definitiva, “La Tribu de los Brady” es una comedia familiar nostálgica que, aunque no alcanza la excelencia, ofrece momentos de humor agradable y una interesante reflexión sobre los valores de la clase media estadounidense. No es una obra maestra, pero cumple su propósito de evocar recuerdos y de divertir, especialmente para aquellos que conocen la saga original.

Nota: 6/10