La tutora (1990)

“La Tutora” no es un thriller de suspense puro y duro, como quizás algunos pudieran esperar al ver el tráiler. Es, en realidad, una película inquietante que se instala bajo la piel y te provoca un escalofrío de incomodidad que perdura mucho después de que las luces de la sala de cine se enciendan de nuevo. La premisa, que se centra en una joven pareja y la llegada de una niñera a su hogar, es sencilla, pero la dirección de Tamara Rodriguez es precisa y efectiva en crear una atmósfera densa y opresiva. Se evita caer en clichés de terror, optando por un tono más psicológico que se basa en la tensión y el suspense narrativos, más que en sustos repentinos.

El guion, de Rodrigo Costanzo y Alejandro Marchant, es, sin duda, uno de sus puntos fuertes. Se construye lentamente, revelando información de forma gradual y utilizando diálogos sutiles pero cargados de significado. La tensión no proviene de la violencia, sino de las miradas, las pausas incómodas y las pequeñas inconsistencias en el comportamiento de los personajes. La película se beneficia enormemente de un ritmo pausado que permite que el espectador se sumerga en la incertidumbre y la desconfianza que se cierne sobre la familia. Sin embargo, a veces, la lentitud puede sentirse un poco excesiva, llegando incluso a la frustración, especialmente en los momentos en que se espera un avance en la trama.

Las actuaciones son sobresalientes. Daniel Cuenca y Valentina Ferro interpretan a la pareja, Liam y Sofía, con una naturalidad y un realismo que les dan credibilidad a sus personajes. Su matrimonio, en aparente armonía, se ve afectado por la llegada de la niñera y las dudas que despierta. Pero es la interpretación de Carmen Maura quien realmente deslumbrra. Maura asume el papel de Camilla, la niñera, con una maestría absoluta. Su personaje es un enigma, una presencia angelical que irradia calma y ternura, pero que oculta un oscuro secreto. Maura logra transmitir la complejidad del personaje, su vulnerabilidad y su capacidad para manipular. Su mirada, su sonrisa, su manera de moverse, todo comunica una ambigüedad que te hace cuestionar cada uno de sus actos. No se limita a interpretar; se *encarna* en el papel, dejando una huella imborrable en la memoria del espectador. Es una actuación que merece todos los reconocimientos.

Si bien la película tiene algunos momentos de ritmo desigual y podría haber desarrollado algunos aspectos de la trama más a fondo, “La Tutora” es una experiencia cinematográfica inquietante y memorable. Es un estudio sobre la confianza, la paranoia y los peligros que se esconden bajo la superficie de la normalidad. Una película que invita a la reflexión y que te hará cuestionar la percepción de la realidad. Es una película que se queda contigo mucho tiempo después de que acabes de verla.

Nota: 7.5/10