La última princesa de Hawái (2010)

“La última princesa de Hawái” es una película que, a pesar de sus ambiciones, termina revelándose un ejercicio de bonitos paisajes y un melodrama costoso que, en última instancia, no logra alcanzar la profundidad emocional que promete. La película, basada en la vida de la princesa Kaiulani, ofrece un primer plano sobre una figura históricamente fascinante, pero se ve obstaculizada por una dirección poco inspirada y un guion que se apega demasiado a la mera superficie de los acontecimientos.

La fotografía es, sin duda, la gran baza de la película. Los paisajes hawaianos, con su exuberante vegetación y su majestuosa costa, son visualmente deslumbrantes y se convierten en un personaje en sí mismo. La cinematografía, a cargo de Richard Simmonds, es exquisita, utilizando la luz y el color para evocar la belleza salvaje de las islas, pero también para pintar un cuadro de la opulencia y el aislamiento que experimenta la princesa. Sin embargo, esta belleza visual, por sí sola, no es suficiente para sostener una narrativa que, en su mayor parte, se siente fría y distante.

Q'Orianka Kilcher ofrece una interpretación decente de la princesa, transmitiendo una sensación de nobleza y determinación, aunque su actuación carece de la chispa que podría haberla elevado por encima de la mera representación. John Waite, como el amante inglés, también cumple su cometido, sin llegar a ser un personaje particularmente memorable. El reparto secundario, en su mayoría, es competente, pero la falta de desarrollo de los personajes secundarios hace que su presencia se sienta a veces superficial.

El guion, escrito principalmente por Jessica Gladwell y Bryan Buckley, parece haber sido construido a partir de fragmentos de información biográfica, sin profundizar en las complejidades del personaje o en el contexto político y social de la época. La película se centra en la relación de Kaiulani con el Príncipe Albert Kawanehan, su dilema entre su identidad hawaiana y su amor por un hombre inglés, pero esta dualidad no se explora con la profundidad que merece. La trama se siente acelerada y a menudo confusa, con demasiados eventos comprimidos en un espacio temporal demasiado limitado. Se intuye la ambición de explorar la lucha entre Hawái y la creciente influencia de los Estados Unidos, pero la película se limita a insinuar estas tensiones, sin ofrecer una visión clara o contundente de las consecuencias de esta lucha.

La película intenta abordar temas como la colonización, la identidad cultural y el choque entre Oriente y Occidente, pero se hace de manera poco sistemática y a menudo simplificada. El conflicto entre la tradición hawaiana y la modernidad estadounidense, que es un elemento central de la historia, no se presenta como una batalla compleja con múltiples matices, sino más bien como un antagonismo simplista. En definitiva, "La última princesa de Hawái" es una película visualmente atractiva pero narrativamente débil, que no logra conectar verdaderamente con el espectador.

Nota: 6/10