La venganza del hombre invisible (1944)

“La venganza del hombre invisible” es una película que, sorprendentemente, se aferra a un concepto original a pesar de sucumbir a ciertas trampas del género de thriller de venganza. El director, David Moreau, logra crear una atmósfera de suspense y paranoia desde el inicio, utilizando la invisibilidad del protagonista, Robert Griffin, como una herramienta poderosa para generar inquietud. No se trata de una película de acción constante, sino de una construcción lenta y meticulosa de la tensión, donde la amenaza constante de Griffin se siente, incluso cuando no está visible.

La dirección, en general, es sólida, especialmente en la toma de planos que juegan con la perspectiva y la luz para sugerir la presencia o ausencia de Griffin. Los momentos en los que el protagonista se revela brevemente, o cuando el espectador percibe la perturbadora sensación de que algo está mal, son los más efectivos. Sin embargo, a veces se permite que la tensión se prolongue un poco demasiado, perdiendo parte de su impacto. Se nota una cierta dependencia de las convenciones del thriller, y aunque se intenta innovar en la presentación de la invisibilidad, a veces se recurre a recursos visuales un tanto predecibles.

Las actuaciones son el punto fuerte indiscutible de la película. Aaron Poole, como Robert Griffin, ofrece una interpretación particularmente convincente. Su mirada, sus gestos, la manera en que intenta ocultar su verdadera naturaleza, transmiten un profundo desorden psicológico que atrapa al espectador. Aunque la premisa de la venganza es bastante estándar, la fragilidad emocional de Griffin, y la sutil (y a veces inquietante) forma en que lidia con su condición, le dan profundidad al personaje. Los actores secundarios, que interpretan a los amigos de Griffin, no son tan memorable, pero cumplen su función, dotando a la trama de un cierto realismo.

El guion, aunque con sus momentos de brillantez, también presenta algunas debilidades. La justificación del robo que motiva la venganza de Griffin es algo débil y poco convincente. Además, la mecánica de la invisibilidad – la necesidad de inyectarse sangre para volver a la visibilidad – es, en esencia, una solución fácil para un problema narrativo. Se introduce con cierta fuerza, pero se explora de manera superficial, sin profundizar en las implicaciones éticas o psicológicas de la práctica. La película se centra en las consecuencias inmediatas de la venganza, pero le falta una reflexión más amplia sobre la naturaleza del castigo y la redención. El ritmo es irregular; alterna entre escenas de tensión claustrofóbica y diálogos en los que la conversación se siente artificial y forzada.

En definitiva, “La venganza del hombre invisible” es una película que, a pesar de sus defectos, merece la pena ver por su premisa original y la fuerte interpretación de Aaron Poole. No es una obra maestra del thriller, pero ofrece una experiencia cinematográfica inquietante y que, sin duda, dejará una huella en el espectador. Es una historia sobre la oscuridad que se esconde tras la apariencia y las consecuencias devastadoras de la venganza.

Nota: 6/10