La vida en un día (2011)

“La Vida en un Día” no es una película que te ofrece una historia convencional. No hay personajes principales con arcos dramáticos ni un argumento lineal. En cambio, se presenta como un collage visceral, un documento directo y sin filtros de un día cualquiera en la Tierra. Esta peculiaridad, lo admito, fue inicialmente mi mayor desafío como espectador, pero al final, resulta ser precisamente su mayor fortaleza.

Kevin Macdonald, premio Óscar por “Nosotros”, demuestra una maestría innegable en la acumulación y la manipulación del material. La película se construye a partir de más de 80.000 clips, casi 500 horas de grabación, y el resultado es un ritmo frenético, una sensación constante de inmersión. La dirección es casi invisible, pero omnipresente, guiándonos a través de la multiplicidad de experiencias humanas que se entrelazan durante un solo día. No se intenta imponer una narrativa, sino exponer la realidad con sus complejidades, su belleza y su crudeza. Macdonald evita la intervención autoritaria, permitiendo que las voces y las imágenes hablen por sí solas.

La película es, en esencia, un retrato de la condición humana. Vemos la rutina diaria de personas de todos los ámbitos: un hombre en Kenia luchando por mantener a su familia, una joven en Detroit que intenta encontrar trabajo, una pareja en España celebrando una boda, un anciano en la India que medita, y muchas otras historias fugaces pero poderosas. La ausencia de narración explícita obliga al espectador a reflexionar sobre sus propias vidas, a cuestionar sus valores y a apreciar la diversidad del mundo. Las actuaciones no son “actuaciones” en el sentido tradicional, sino testimonios auténticos. Cada clip, por corto que sea, revela la personalidad, las preocupaciones y las esperanzas de la persona que lo filma.

El guion, o la falta de él, es lo que realmente hace que la película sea tan impactante. No hay diálogos elaborados ni historias prefabricadas. Se presentan situaciones cotidianas, momentos de alegría, tristeza, frustración, esperanza… y la cámara no juzga. La edición, a menudo experimental y disruptiva, es clave para mantener el interés y para conectar los diferentes fragmentos. A veces, la yuxtaposición de escenas tan diferentes puede resultar desconcertante, pero en general, funciona como un poderoso recordatorio de la interconexión global y de la precariedad de la vida.

“La Vida en un Día” no es una película fácil de ver. Requiere paciencia, apertura y una cierta disposición a dejarse llevar por el flujo caótico de imágenes. Sin embargo, la recompensa es una profunda reflexión sobre la vida, la muerte, el amor, la fe y la esperanza. Es una película que te cambia, que te hace ver el mundo de una manera diferente y que te deja con una sensación de humildad y gratitud.

Nota: 8/10