La vita è una cosa meravigliosa (2010)

“La vita è una cosa meravigliosa” es una de esas películas que, a pesar de sus evidentes influencias, consigue evocar una genuina sensación de calidez y optimismo. Es un viaje cinematográfico a través de la vida cotidiana de un grupo de personas en la Roma de principios de los 90, pero lejos de ser una simple observación, la película se adentra en las complejidades de las relaciones humanas, la búsqueda de la felicidad y la aceptación de las imperfecciones que definen nuestra existencia.

La dirección de Luca Ribaldini es sutil y elegante. No intenta imponer una visión grandilocuente, sino que permite que las historias de cada personaje se desarrollen de manera orgánica, creando un mosaico de experiencias que, sin embargo, se conectan a través de la ironía y la sensibilidad. La película consigue ese delicado equilibrio entre humor y drama que tanto anhela el cine de calidad. El uso del color y la fotografía, aunque no ostentosa, contribuye a crear una atmósfera particular, resaltando la belleza de las pequeñas cosas y la vitalidad de la ciudad.

El reparto es, sin duda, uno de los grandes pilares de esta película. Gigi Proietti, en su papel de policía obsesivo, entrega una actuación magistral. Logra crear un personaje profundamente humano, con sus defectos y sus momentos de vulnerabilidad. El carisma natural de Proietti, combinado con un guion que explora la soledad y el deseo de conexión, es simplemente irresistible. Vincenzo Salemme, por su parte, ofrece una interpretación igualmente brillante como el banquero de doble vida, un hombre atormentado por sus secretos y su búsqueda de la aprobación. La química entre Proietti y Salemme es palpable y añade una capa de complejidad a la narrativa.

Sin embargo, la verdadera fuerza de la película reside en el guion. No se basa en chistes fáciles o situaciones absurdas. La historia se centra en la precariedad de la vida, en las pequeñas decepciones, los sueños frustrados y las relaciones que a veces se rompen y otras veces se fortalecen. La película explora, sin tapujos, la idea de que la felicidad no es un destino, sino un proceso, un esfuerzo constante por apreciar lo que tenemos y por vivir plenamente cada momento. La interpretación de Nancy Brilli como masseur, con su quietud y su mirada introspectiva, es particularmente conmovedora. Se echa de menos, quizá, un desarrollo un poco más profundo de algunos secundarios, pero la esencia de la película está más que cumplida.

En definitiva, “La vita è una cosa meravigliosa” es un regalo para el espectador. Es una comedia inteligente, divertida y profundamente humana que nos invita a reflexionar sobre lo que realmente importa en la vida. Una joya cinematográfica que merece ser vista y apreciada.

Nota:** 8/10