La zona de interés (2023)

“La Zona de Interés” (Der Einfluss) es una película que no busca la espectacularidad visual ni el drama grandilocuente, sino que se instala en una atmósfera de inquietante normalidad. Cronenberg nos entrega una obra perturbadora, no por mostrar horrores explícitos, sino por la manera en que retrata la banalidad del mal, el horror en su ausencia. La película, basada en el libro homónimo de Robert Stanek, se centra en Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz, y su esposa Hedwig, quienes, paradójicamente, intentan mantener una vida burguesa y lujosa en una hermosa casa con jardín, situada a escasos kilómetros del infierno que él mismo gestionaba. Este contraste es el corazón palpitante de la película y lo que la convierte en una experiencia tan disonante y, en última instancia, tan efectiva.

La dirección de Lukas Kleklá es magistral. Cronenberg, aunque presente en la producción, permite que Kleklá tome el mando, creando un ritmo deliberadamente pausado y contemplativo. Esta lentitud no es un defecto, sino una estrategia inteligente que obliga al espectador a involucrarse profundamente con los personajes y su entorno. La paleta de colores, predominando los tonos pastel y la luz natural, contrasta fuertemente con la brutal realidad que se esconde detrás de las puertas cerradas de la casa. Esta yuxtaposición visual es un ejemplo perfecto de cómo la película utiliza el lenguaje cinematográfico para comunicar sus temas centrales: la deshumanización y la normalización del mal.

Las actuaciones son sobresalientes. Christian Friedel, como Rudolf Höss, ofrece una interpretación increíblemente sutil y aterradora. No se trata de un monstruo caricaturesco, sino de un hombre ordinario, aburrido, que va cumpliendo sus obligaciones con una aparente tranquilidad. Su rostro refleja una calma inquietante, una ausencia de remordimiento que resulta más perturbadora que cualquier grito de horror. Asimismo, Sandra Hüller como Hedwig es brillante. Su personaje es un enigma, una mujer que aparentemente ama a su marido pero que parece desprovista de emociones profundas. Su mirada, por momentos, transmite una mezcla de vacío y resignación que es absolutamente devastadora.

El guion, adaptado por Franz Fassbinder (en su última producción) y otros, es notablemente inteligente. La película no necesita explicaciones. Se basa en el diario de Höss, pero lo expande significativamente, ofreciendo breves fragmentos de sus pensamientos y conversaciones con Hedwig. La película se centra en la dinámica de su relación, en sus aspiraciones, en sus pequeñas discusiones cotidianas. Este enfoque, lejos de ser una debilidad, es una poderosa herramienta para demostrar cómo un hombre capaz de cometer atrocidades podía mantener una personalidad aparentemente normal. La película nos obliga a preguntarnos qué hacía para justificar sus acciones y, quizá más importante, cómo lograba no ser visto como un monstruo.

“La Zona de Interés” es, en definitiva, una película incómoda pero esencial. Es un recordatorio sombrío de que el mal no siempre se manifiesta en gritos y violencia, sino que a menudo se esconde en la rutina, en la normalización, en la ausencia de empatía. No es una película fácil de ver, pero es una experiencia cinematográfica que permanecerá contigo mucho después de que los créditos hayan terminado de rodar. Es una obra que merece ser vista y reflexionada.

Nota: 8.5/10