Labios ardientes (1990)

“Labios ardientes” es una película de suspense psicológico con un aire de cine negro que, aunque no logra alcanzar la grandeza que podría haber tenido, ofrece un viaje inquietante y cautivador. Dirigida por Mike Flanagan, el resultado es una exploración de la obsesión, el engaño y las consecuencias devastadoras de la ambición. Flanagan, conocido por su trabajo en series como “The Haunting of Hill House” y “Midnight Mass”, demuestra su habilidad para construir atmósferas densas y mantener al espectador al borde del asiento, aunque aquí el ritmo es ligeramente desigual.

El guion, adaptado de una novela de Cornell Woolrich, es sólido y, en su mayoría, intrigante. La trama se desarrolla con una lentitud deliberada, permitiendo que la tensión crezca gradualmente. Las conversaciones son agudas y llenas de dobles intenciones, y los personajes, aunque arquetípicos en algunos aspectos, son lo suficientemente complejos como para generar cierta empatía. Sin embargo, el final, que aunque visualmente impactante, puede resultar algo abrupto y poco justificado, dejando al espectador con algunas preguntas sin respuesta. Es una elección estilística que puede polarizar la opinión del público.

La actuación es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Michael Shannon, en el papel de Harry Madox, entrega una interpretación magistral. Su mirada fría y enigmática, combinada con su comportamiento reservado, crea una figura profundamente perturbadora. Shannon transmite con sutileza la fragilidad y la desesperación de un hombre atrapado en una red de engaños. Neve Campbell, como Dolly, ofrece una actuación convincente, capturando la ambición despiadada y la obsesión enfermiza de su personaje. Ella no es una villana unidimensional; la película explora la complejidad de su deseo por el control y la seguridad, aunque a costa de la moralidad.

La fotografía de Lauren Kipps es notable, empleando una paleta de colores apagados y una iluminación sombría que refuerza la atmósfera de melancolía y desesperación. Las tomas amplias del paisaje desolado de Texas añaden un componente visual que complementa perfectamente la historia. La banda sonora, compuesta por Son Lux, es minimalista pero efectiva, creando momentos de tensión y suspense. Flanagan se permite explorar temas como la traición, el amor no correspondido y el impacto destructivo de las decisiones pasadas, sin caer en clichés. Es una película que invita a la reflexión sobre la naturaleza humana y las líneas borrosas entre el bien y el mal. Aunque tiene sus defectos, “Labios ardientes” es una experiencia cinematográfica que se quedará en la memoria del espectador.

Nota: 7/10