Ladrón (1981)

“Ladrón” (The Driver) de Walter Hill no es una película de acción descarada, a pesar de su evidente influencia en el género. Es, en cambio, un estudio psicológico con toques de thriller y un aire de fatalismo que lo distingue de muchas de sus contemporáneas. La película, aunque no innovadora en términos de trama, consigue crear una atmósfera opresiva y, a la vez, fascinante, centrada en la transformación de un personaje que busca la redención, una búsqueda que se revela como un espejismo.

El guion, escrito por William Goldman y dirigido por Hill, se centra en Frank (Curtis Hanson), un ladrón de joyas aparentemente sin escrúpulos, cuyo deseo de abandonar su vida criminal y construir una familia se ve frustrado por una serie de circunstancias. La película se mueve a un ritmo pausado, dando tiempo al espectador para observar la complejidad interna de Frank. No se trata de una carrera contra reloj, sino de una introspección dolorosa sobre la naturaleza del mal y la dificultad de escapar de las circunstancias. Hill, como siempre, domina la tensión visual, utilizando planos cerrados, movimientos de cámara precisos y un minimalismo estético que enfatizan el aislamiento y la desesperación del protagonista. El guion evita clichés, ofreciendo, en cambio, una visión realista de las consecuencias de las decisiones del personaje, que nunca se justifica moralmente, sino que se presenta como un producto de su pasado.

Hanson, en su papel principal, ofrece una interpretación sutil pero contundente. Su Frank no es un héroe, ni un villano. Es un hombre atormentado por sus actos, incapaz de escapar de su propia autodestrucción. La expresión en su rostro, sus gestos y su mirada transmiten una profunda melancolía y un vacío que son palpables. El resto del elenco, con figuras como James Woods como el despiadado “Paddy” y Lorenzo Lamas como el ambiguo ‘Nico’, contribuye a crear un ambiente tenso y creíble. Woods, especialmente, se desenvuelve con maestría, mostrando una violencia contenida pero implacable, que refleja la moralidad retorcida de su personaje.

La dirección de Hill se destaca por su capacidad para crear una atmósfera de suspenso y peligro constante, incluso en los momentos de relativa calma. El uso de la música, con composiciones inquietantes de Jerry Goldsmith, acentúa esta sensación, convirtiendo cada escena en una anticipación de lo que está por venir. La película no depende de explosiones o persecuciones espectaculares, sino de la tensión psicológica y la amenaza latente. “Ladrón” es, en definitiva, una película de suspense y personajes complejos, que invita a la reflexión sobre la naturaleza humana y la búsqueda de la redención, aunque, como vemos a lo largo de la trama, esa redención resulta inalcanzable. La película logra ser, sobre todo, una reflexión sobre la paradoja de intentar escapar de un destino que uno mismo ha forjado.

Nota: 7/10