“Ladykillers” (1955), la adaptación cinematográfica de Alexander MacKendrick, no es simplemente un remake; es una relectura magistral que captura la esencia del original británico “El quinteto de la muerte” y la eleva a una dimensión de humor negro y sofisticación criminal. La película, estrenada en 1955, sigue la historia de un encantador pero despiadado profesor sureño, interpretado con maestría por Alec Guiness, que recluta a un grupo de ladrones para llevar a cabo un ambicioso atraco a un casino flotante. Sin embargo, su plan se complica irremediablemente al encontrarse con la inesperada y tenaz resistencia de una anciana negra, interpretada con una fuerza inaudita por Jocelyn Brooke. La película se centra en el subgénero del "thriller cómico" con una inteligencia narrativa que oscila entre la comedia amable y el suspense, manteniéndose consistentemente cautivadora.
La dirección de MacKendrick es, sin duda, el corazón palpitante de la película. Su manejo de la cámara es preciso y elegante, alternando entre planos amplios que establecen la atmósfera rural sureña y primeros planos que revelan la astucia y el cinismo de los ladrones. MacKendrick no se limita a mostrar; él construye tensión sutilmente a través de la composición, el ritmo y el uso del silencio. Es evidente su maestría en la dirección de actores, permitiendo que cada uno brille con su propia personalidad particular. La película no se concentra solo en la trama criminal, sino que explora las complejidades de las relaciones humanas, el prejuicio social y la lucha por la supervivencia en un mundo despiadado.
Las actuaciones son, sencillamente, impecables. Alec Guiness, como el profesor “Monsieur” Bantry, ofrece una interpretación brillante. Su personaje es un sibilino manipulador, con una sonrisa que nunca llega a iluminar sus ojos. Peter Sellers, en un papel menor pero igualmente memorable, interpreta al ladrón “Dirty” Tom, un personaje cómico y excéntrico. Pero Jocelyn Brooke, como la anciana Agatha, es la verdadera joya de la película. Su interpretación es un acto de resistencia silenciosa, transmitiendo una dignidad y una fuerza que desafían las convenciones sociales de la época. Su mirada, llena de sabiduría y determinación, es suficiente para hacer que el espectador se ponga de su lado. El resto del reparto secundario también ofrece actuaciones sólidas y contribuye a la atmósfera general de la película.
El guion, adaptado de la obra teatral homónima de William Johnstone, es inteligente y bien estructurado. La trama es dinámica y llena de giros inesperados. Lo que hace que la película destaque es su crítica implícita a la sociedad, a la hipocresía y la desigualdad. La película plantea preguntas importantes sobre la justicia, la moralidad y la naturaleza humana. No es un simple entretenimiento; es una reflexión sobre las limitaciones que impone la sociedad a aquellos que no se ajustan a sus expectativas. La tensión se mantiene a lo largo de toda la película, creando una experiencia cinematográfica memorable y llena de suspense. "Ladykillers" es una joya del cine negro, un clásico atemporal que sigue siendo tan relevante hoy como lo fue en 1955.
Nota: 8.5/10