Lágrimas del sol (2003)

“Lágrimas del sol” no es una película que redefine el género de acción militar, pero sí que logra plantar una semilla de reflexión sobre la ética en tiempos de guerra y la carga moral que conlleva el poder. La dirección de Eric Michael Wright se vale de una paleta visual impresionante, aprovechando al máximo la exuberancia y el peligro de la jungla nigeriana. La cinematografía de Peter Fechter es exquisita, utilizando la luz y la sombra para crear una atmósfera densa y opresiva, que atrapa al espectador y refleja el conflicto interno del protagonista. La película no busca la espectacularidad barata de la explosión y la persecución desenfrenada, sino que se centra en la tensión psicológica, en los momentos de silencio y en los pequeños detalles que revelan la desesperación de los refugiados y la angustia de Waters.

La actuación de Brendan Gleeson como el teniente Waters es, sin duda, el corazón de la película. Él interpreta al personaje con una sobriedad y una humanidad palpables. Gleeson transmite a la perfección la lucha interna de un hombre curtido en mil batallas, que se encuentra ante una decisión que pone en tela de juicio todo lo que ha creído. Aunque el personaje podría haber sido más desarrollado, su presencia es innegablemente sólida y convincente. La Dra. Kendrick, interpretada por Yewandra Jones, aporta una fuerza y una determinación necesarias al conflicto, y Jones logra dar vida a un personaje que no se rinde ante la adversidad. El resto del elenco secundario, compuesto por refugiados y soldados rivales, cumple su cometido con eficiencia, aunque no logran destacar como figuras memorables.

El guion, escrito por Christopher Petrovich, se apoya en un ritmo pausado que permite al espectador conectar con los personajes y comprender la magnitud de la situación. Sin embargo, es en el desarrollo de la trama que reside su principal debilidad. La película, a pesar de abordar un tema importante como la ayuda humanitaria y los dilemas morales, carece de profundidad en algunos aspectos. El conflicto entre las órdenes militares y la conciencia personal se presenta de forma algo simplificada, y el antagonista, aunque presente, podría haber sido más desarrollado para generar un mayor impacto. Aunque se intenta generar empatía por los refugiados, la película no profundiza lo suficiente en las causas del conflicto y las complejidades de la situación en la zona. El argumento, en general, es sólido, pero se beneficia de una mayor exploración de las motivaciones de todos los personajes.

A pesar de sus fallos, “Lágrimas del sol” es una película que invita a la reflexión. No es una obra maestra, ni mucho menos, pero sí que ofrece un retrato crudo y realista de la guerra y sus consecuencias, y plantea preguntas importantes sobre la responsabilidad individual y el poder de la compasión. La atmósfera, la dirección y la actuación de Brendan Gleeson superan en gran medida las deficiencias del guion. Es una película que, sin duda, permanecerá en la memoria del espectador por la fuerza de su mensaje y la intensidad de sus imágenes.

Nota: 6.5/10