Lambada, fuego en el cuerpo (1990)

“Lambada, Fuego en el Cuerpo” no es una película que te dejará una marca imborrable, pero tampoco es un desastre absoluto. En esencia, se trata de un drama con una pizca de thriller, donde la seducción de la danza lambada se entrelaza con la intriga de una mentira, un secreto cuidadosamente oculto. La película, dirigida por David B. Cook, logra crear una atmósfera de tensión constante, aunque esta se deriva más de la amenaza implícita que representa el secreto de Kevin Laird (J. Eddie Peck) que de un desarrollo explosivo de la trama.

Peck ofrece una interpretación correcta de un hombre atrapado entre dos mundos. El profesor de instituto, al que se añade su doble vida como instructor de “Lambada”, evoca una sensación de conflicto interno que es relativamente bien retratada. Su actuación no es particularmente memorable, pero cumple su cometido dentro del marco de la historia. Sin embargo, el resto del elenco – incluyendo a la alumna envidiosa, interpretada por la joven y prometedora Rachel Legault – no logra destacar con la misma intensidad. Sus personajes se sienten, en gran medida, planos, y sus motivaciones no siempre son convincentes. La química entre Peck y Legault se siente forzada en algunas ocasiones, lo que perjudica la credibilidad de sus interacciones.

El guion, escrito por Brian Helgeland (antes de su incursión en Hollywood), es donde la película realmente se estanca. La premisa inicial, la de un profesor de instituto que también es un instructor de “Lambada”, es intrigante y podría haber dado lugar a una historia mucho más profunda y compleja. Pero la ejecución es mediocre. El ritmo es irregular, con momentos de tensión artificialmente extendidos y otros de aburrimiento absoluto. Las conversaciones se sienten poco naturales y, en general, el diálogo es frívolo y carente de sustancia. El guion recurre a clichés y a simplificaciones excesivas, evitando así la exploración de temas más relevantes. Las escenas de baile, aunque visualmente agradables, no aportan nada nuevo al género y se sienten como meros adornos estilísticos, más que como elementos narrativos esenciales.

La dirección de Cook es competente, pero no asombrosa. Logra mantener un cierto nivel de tensión visual, empleando una fotografía atractiva y un diseño de producción cuidado. La banda sonora, integrada de manera discreta, complementa la atmósfera sensual y nocturna de la película. Sin embargo, la dirección no ofrece ninguna innovación o visión particular, y se limita a seguir una fórmula convencional de thriller adolescente. La película se siente como una oportunidad perdida, una historia con potencial que nunca llega a materializarse plenamente. El uso de la danza, en lugar de ser la fuerza motriz de la trama, termina siendo un elemento superficial que sirve más para crear una imagen particular que para enriquecer el relato.

Nota:** 5/10