Las amistades peligrosas (1988)

“Las Amistades Peligrosas” (Dangerous Liaisons), dirigida magistralmente por Jean-Jacques Annaud, no es una película que se disfruta de manera pasiva. Es una experiencia visceral, un juego psicológico donde la seducción, el engaño y la venganza se entrelazan como hilos de seda corruptos. La película, basada en la novela de Pierre Choderlos de Laclos, es un estudio profundo de la moralidad en un entorno aristocrático que desprecia las convenciones, donde la apariencia y el poder se utilizan como armas. Annaud logra plasmar la atmósfera densa y peligrosa de la época, recreando con precisión los salones opulentos y las intrigas palaciegas de Francia en el siglo XVIII, pero, sobre todo, se enfoca en las psitacterísticas de sus personajes.

Las actuaciones son, sencillamente, extraordinarias. Anne Bancroft como la Marquesa de Merteuil es un torbellino de inteligencia, ambición y sadismo. No se trata de una villana caricaturesca, sino de una mujer compleja, frustrada por sus propias limitaciones y consumida por un deseo de dominio. Su mirada, a menudo velada por una sonrisa condescendiente, revela una profundidad inquietante. Jeremy Irons, por su parte, encarna al Vizconde de Valmont con una frialdad calculada, una belleza peligrosa que utiliza su encanto para manipular y destruir. La química entre Bancroft e Irons es innegable, una danza de poder y manipulación que es, en esencia, el corazón de la película. También se destaca la interpretación de Helena Bonham Carter como Madame de Tourvel, una mujer de nobleza y virtud que se encuentra atrapada en un mundo que la deshonra. Su evolución, desde la inocencia inicial hasta la desesperación y la venganza, es particularmente conmovedora.

El guion, adaptado con cuidado de la novela, no se basa en la acción espectacular, sino en la sutileza y la ambigüedad moral. Las conversaciones son afiladas como navajas, llenas de ironía y doblez. La película no juzga a sus personajes; simplemente les presenta, con sus fortalezas y sus debilidades, en un juego donde nadie emerge completamente limpio. La dirección de Annaud es sutil, permitiendo que las tensiones se acumulen gradualmente, creando una atmósfera de anticipación constante. La película es consciente de su propio poder, jugando con el espectador y obligándolo a cuestionar sus propias preconcepciones sobre el bien y el mal. La fotografía, rica en detalles y con una paleta de colores que refleja el estado emocional de los personajes, es un elemento crucial para la construcción de la atmósfera. La banda sonora, discreta pero efectiva, contribuye a la sensación de inquietud y peligro.

En definitiva, “Las Amistades Peligrosas” es una obra maestra del cine clásico, un estudio psicológico fascinante y una exploración mordaz de la naturaleza humana. No es una película fácil de ver, pero es una experiencia cinematográfica inolvidable. Demuestra el poder del melodrama, pero lo hace con un rigor intelectual y una atención al detalle que lo elevan por encima de la simple narración de un romance. Una película que invita a la reflexión y que permanece en la mente mucho después de que los créditos finales hayan rodado.

Nota: 9/10