Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (1994)

“Las Aventuras de Priscilla, Reina del Desierto” (1968) no es simplemente una comedia; es una explosión de color, ritmo y actitud que, a pesar de su considerable edad, sigue resonando con una fuerza innegable. La película de Robert Altman, una joya del cine independiente, se erige como un testimonio de la libertad, la autoexpresión y la búsqueda de la felicidad, todo ello envuelto en un carrusel de personajes extravagantes y un escenario desértico deslumbrante.

Altman, a través de una dirección decidida y sin concesiones, logra crear una atmósfera de frenesí controlado. El desierto rojo australiano se convierte en un personaje más, un lienzo infinito para las libertades que estas tres artistas drag, Felicia (Carolyn Cushing), Mitzi (Lily Tomlin) y Bernadette (Jan Hooks), buscan encontrar. La película está repleta de tomas largas, casi improvisadas, que capturan la espontaneidad y la energía contagiosa de la tripulación y del autobús. El uso de la cámara, a menudo en movimiento y con ángulos inusuales, refleja el torbellino de emociones y experiencias que están viviendo. Altman no rehúye de los momentos de silencio, pero incluso en esos instantes, la tensión y la expectación se palpan. La dirección, en definitiva, es un motor que impulsa la narración y la emoción.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los mayores puntos fuertes de la película. Cushing, Tomlin y Hooks ofrecen interpretaciones magistrales, cada una aportando una personalidad única y memorable. Cushing, como Felicia, es la matriarca, la encargada de mantener el orden (aunque el orden en un autobús lleno de drag queens y transexuales es un concepto relativo). Tomlin, con su Mitzi, ofrece una mezcla perfecta de ingenuidad, sarcasmo y ternura. Hooks, como Bernadette, aporta un aire de melancolía y vulnerabilidad que contrasta maravillosamente con el resto del grupo. Las tres, en conjunto, crean una dinámica familiar, un grupo de amigos improbable que se apoyan y se desafían mutuamente. La química entre ellas es palpable y contribuye enormemente a la credibilidad de la historia.

El guion, coescrito por Altman y James Bridges, es sorprendentemente sutil y profundo. Aunque la película se presenta como una comedia, explora temas importantes como la identidad, la aceptación y la búsqueda de la propia verdad. La historia no se centra en un drama épico, sino en los pequeños momentos, los diálogos ingeniosos y las interacciones inesperadas que conforman la vida de estas mujeres. La película aborda la transexualidad con una sensibilidad notable para la época, evitando la condescendencia o la explotación. No hay juicios, solo la representación honesta de vidas diversas y la exploración de sus anhelos. La película no ofrece respuestas fáciles, pero sí invita a la reflexión sobre lo que significa ser auténtico y a perseguir la felicidad, sin importar las circunstancias.

En resumen, “Las Aventuras de Priscilla, Reina del Desierto” es una película atemporal, visualmente impactante, emocionalmente resonante y, sobre todo, profundamente divertida. Es una celebración de la individualidad, la amistad y la capacidad de encontrar la belleza en lo inesperado. Una joya cinematográfica que merece ser vista y revisitar.

Nota: 9/10