Las chicas de la Tierra son fáciles (1988)

“Las Chicas de la Tierra son Fáciles” (Easy Girl) es una comedia de ciencia ficción de 1980 que, a primera vista, puede parecer un producto más del catálogo de la época, repleto de referencias a películas de invasión extraterrestre y estereotipos sexuales. Sin embargo, tras una mirada más atenta, la película revela una inesperada profundidad y, en particular, una dirección notable, que supera las limitaciones de su presupuesto y sus decorados. Harold Ramis, en su debut como director, demuestra una habilidad innegable para generar una atmósfera lúdica y perturbadora al mismo tiempo.

La película se centra en Valerie Dale (Amy Yasbeck), una joven que se prepara para casarse con Ted (Bruce Davison), un hombre tímido y poco comunicativo. Su vida, aparentemente banal, se ve sacudida por la llegada de los extraterrestes, especialmente Retch (Bill Paxton), un ser de otra galaxia que muestra un interés inusual y, para los estándares humanos, inquietante, en la protagonista. La idea central – una invasión disfrazada de romance – es una premisa arriesgada, y Ramis la aborda con una mezcla de humor negro y suspense, logrando mantener la tensión durante gran parte del metraje. La dirección de Ramis es particularmente efectiva en las escenas que involucran a los alienígenas, utilizando efectos especiales modestos pero creativos que, con el diseño de producción adecuado, se sienten mucho más impactantes de lo que deberían.

Las actuaciones son sólidas. Amy Yasbeck ofrece una interpretación convincente de Valerie, transmitiendo tanto su frustración y soledad como su creciente confusión y vulnerabilidad. Bruce Davison, aunque limitado por el papel, proporciona una contrapunto perfecto como el novio torpe y apático. Sin embargo, Bill Paxton, como Retch, se lleva la palma. Su actuación, a pesar de ser exagerada en algunos momentos, es genuinamente memorable, creando un personaje que es a la vez cómico y repulsivo. El resto del reparto contribuye a la atmósfera general, pero sus personajes se quedan, en gran medida, en el terreno de lo caricaturesco.

El guion, aunque no es una obra maestra de la escritura, es sorprendentemente inteligente. Ramis y los guionistas, Paul Attanasio y Gary Goldman, exploran temas de identidad, soledad y la búsqueda de significado en una sociedad superficial. El diálogo, en general, es bien construido y, a menudo, sorprendentemente perspicaz. La película no rehúye de la crítica social, satirizando, de manera sutil, la obsesión por la apariencia y la superficialidad de las relaciones interpersonales. El ritmo es irregular, con momentos de gran tensión seguidos de escenas más pausadas, pero en definitiva, funciona como un todo. El final, deliberadamente ambiguo, invita a la reflexión y no ofrece una resolución fácil.

Nota: 7/10